CARTA A DON JOSÉ MANUEL
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CRÓNICAS PRETÉRITAS
Por Donacio Cejas Padrón
CARTA AL SACERDOTE J. MANUEL QUE FUE

NUESTRO PÁRROCO DURANTE SIETE AÑOS.
Querido Párroco:
He dejado pasar unas semanas para escribirle esta carta, y quisiera pensar que lo hago en nombre de todos los vecinos de Frontera que tuvimos la suerte de conocerle y ser sus feligreses, y sobre todo de ser deudores hacia Ud. del inmenso cariño que nos transmitió, y que se extendió a sus padres que en tantas visitas a nuestro pueblo se hicieron parte de él y de nuestras familias.
Ud no fue para Frontera un párroco más, de tantos que he conocido desde 1.950 hasta ahora, Ud. llegó sin ser sacerdote ordenado aún, pero llegó con una furia evangelizadora muy singular, y desde sus primeros tiempos entre nosotros, todo el pueblo tuvo la convicción de que nos había llegado casi un ángel, y el tiempo nos dió la razón, logró Ud. integrarse plenamente con sus vecinos, y su etapa como docente también agrandó su sombra fresca y generosa que hará que también los niños y jóvenes de nuestro pueblo le recuerden con dulzura y añoranza.
Inauguró Ud. un tipo de relación muy cercana con sus feligreses que nunca habíamos conocido, se hizo amigo de todos sin distinción alguna, lo mismo le veíamos riendo entre grupos de jóvenes y adolescentes que entre mayores y ancianos, para todos tenía siempre la actitud y conversación adecuada, aprendió a buscar barasa y la degustaba en sus potajes de María y Elsa y otras vecinas
Asistió y ayudó a tantos inmigrantes en El Monasterio y en otros centros de la isla, y sufría con ellos en su desespero. Se hizo compañero de viaje adecuado de sus feligreses todos los años, mi esposa y yo recordamos con inmensa alegría nuestro viaje a Roma.
Sabemos que con su equilibrada y discreta actuación como arcipreste logró que las discordias entre los grupos de bailarines se solventaran y se resolvieran, sentando un precedente modélico para futuras Bajadas.
Entre sus propósitos prioritarios estuvo siempre lograr la construcción del Salón Parroquial, y Dios le permitió ver hecha realidad su ilusión, sabemos que contó con la ayuda y el apoyo del recordado Obispo Emérito D. Bernardo, y también de sus feligreses e instituciones oficiales, pero por sobre todo, esta obra se logró por su perseverancia y constante lucha. Nuestro pueblo se lo agradecerá por todos los tiempos, y yo me atreveré a recabar de La Iglesia la autorización para que en lugar preferente del salón se coloquen una foto suya y otra de D. Bernardo, como testimonio de eterna gratitud de este pueblo de Frontera.
Le ha sucedido en nuestra parroquia D. Juan, un párroco natural de Venezuela que será sin duda un digno continuador de su obra sacerdotal, y al que todos tratamos de ayudar y acompañar en su labor.
Ud. tiene ahora otra nueva empresa que acometer en su nuevo destino, y sabemos que igualmente triunfará, Dios lo quiera, pero recuerde siempre que aquí dejó una estela de cariño y buenos recuerdos, y que todas las casas de los vecinos de Frontera tienen sus puertas abiertas para Ud. y sus padres.




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