CUBA Y LOS FUSILAMIENTOS PÚBLICOS
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CRÓNICAS PRETÉRITAS
Por Donacio Cejas Padrón
CUBA Y SU HISTORIA
LOS FUSILAMIENTOS PÚBLICOS
DE LA REVOLUCIÓN
Por razones familiares desde niño estoy relacionado con Cuba, una larga fila de mis ancestros maternos vivió allí desde 1,875 hasta 1.960, los primeros fueron los hermanos Padrón Hernández, Ignacio y Antonio, quienes a medida que acrecentaban su importante patrimonio, fueron reclamando a sobrinos, hijos de sus hermanas María y Gregoria, entre los que recuerdo a Andrés y Matías, y Miguel y Francisco, sobrinos estos, que al paso de los años, y una vez fallecido Antonio, y por la avanzada edad de Ignacio, fueron los encargados de administrar sus numerosas propiedades agrarias, mayoritariamente relacionadas con la caña de azúcar en las provincias de La Habana y Matanzas. Murió Ignacio en 1,946, y a su fallecimiento se hizo un inventario minucioso de los bienes de su empresa Compañía Agrícola Ignacio Padrón Hernandez CA , resultando un activo liquido de un valor aproximado de seis millones de dólares.
Estos sobrinos de Ignacio Padrón, convertidos junto a su hija Josefina en propietarios de su abultado patrimonio, venían con alguna frecuencia a Canarias y a ellos se les debe la construcción del Campanario de Frontera, en 1,955, algunas mejoras importantes en El Santuario de La Virgen de Los Reyes, y otras colaboraciones que resultaron muy útiles para nuestra isla.
Pero la llamada Revolución liderada por Fidel Castro, y sus seguidores, iniciaron en Las Montañas de Sierra Maestra y El Escambray una guerra de guerrillas, con el apoyo de buena parte de la sociedad cubana, tanto de las áreas rurales como de las ciudades más importantes de Cuba, empleando un lenguaje cautivador y humanista, que poco a poco fue convenciendo al pueblo cubano, que esperaba un cambio positivo para sus habitantes, y que terminó derribando al gobierno en enero de 1,959.
El pueblo cubano se volcó casi totalmente en apoyo a las nuevas autoridades, y se complacía cuando veía que expropiaban grandes, medianas y pequeñas empresas y cómo despojaban de sus propiedades, como fincas e inmuebles, a sus dueños, que según prometían serían repartidas equitativamente entre los más desposeídos. Promesa esta, que nunca se cumplió, y todos los bienes incautados pasaron a ser propiedad del estado, y unas más y otras menos, todas terminaron en el fracaso y la desorganización y quiebra de los mismos. Todo el patrimonio familiar fue confiscado y sus propietarios hubieron de tomar rápidamente el camino del exilio, desposeídos de sus bienes y sin capital, recalando algunos de ellos como los hermanos Andrés y Matías en su isla de El Hierro donde emprendieron una nueva vida, empezando de cero, cultivando la finca de su padre, pero donde se desenvolvieron y destacaron años después en diferentes quehaceres.
Pero al mismo tiempo, en Cuba, apenas dos o tres semanas de tomar el poder por los barbudos rebeldes, éstos emprendieron una campaña de terror, persecuciones, y fusilamientos públicos, sin juicios ni garantías, que se sucedieron en muchas ciudades y pueblos de la isla, y lo que resultó más triste aún, es que muy buena parte de la sociedad cubana, hombres y mujeres asistían jubilosos a esos juicios amañados y sin ninguna garantía, ni la aportación de pruebas y contemplaban aquellos sucesos que nada tenían de pulcritud judicial, y que en apenas unos minutos condenaban a muerte a los reos, la mayoría de ellos pobres soldados y que inmediatamente eran fusilados, mientras desde las gradas la multitud gritaba: ¡paredón! ¡ paredón!..
Con la crueldad añadida de que muchos de esos juicios se emitían por la televisión , …y el pueblo cubano no reaccionaba por unas u otras razones, y consentía o aplaudía aquellas masacres inhumanas.
Aporto una foto de la época, muy dura y cruel, de un juicio celebrado en una plaza pública de Matanzas donde se juzgaba a un pobre soldado llamado Felipe al que se conocía como Felipe Caliente, natural creo que de Jovellanos, padre de siete niños, sin otro motivo que haber sido soldado del ejército del régimen anterior, en esa foto se ve al infortunado reo siendo confesado por un sacerdote, besando un crucifijo, y se ve detrás de él, al pelotón de fusilamiento con sus armas preparadas, esperando a que el sacerdote terminara el sacramento para inmediatamente matarlo como así hicieron, y en el fondo se veía a la turba desde las gradas gritando ¡paredón!, ¡paredón!...
El pobre infortunado antes de morir solo dijo: ¡que será de mis niños!.
Mi condición de cristiano me obliga a la caridad cristiana, pero también es cierto que quienes no tengan mis convicciones religiosas podrían decir al pueblo cubano hoy exiliado que están sufriendo mucho, pero muchísimos de ellos antiguos fanáticos defensores de la revolución, que callaron y hasta apoyaron aquellas barbaridades, y no tuvieron la fuerza necesaria para alzar su voz unánime de protesta, que ahora no imploren la ayuda externa para acabar con aquella barbarie que muchos de ellos propiciaron o toleraron.

Así es la vida, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.



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