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YO TAMBIÉN FUI CARENCIAL por María Elena Moreno



Era mi capacidad de admiración, llamada zona venerante, esa que se sitúa en el cráneo antes de llegar a la frente. Una ligera elevación donde algunos la califican como la zona mística del cerebro. O quizás, yo me ocupé de desarrollarla, lo que sé ahora, es que esa protuberancia me llevó a admirar el talento, la belleza, la originalidad, y la elegancia de cuantas personas me iba tropezando por el camino. Hipnotazada, me iba empapando de sus cualidades y sin quererlas imitar, algo de ellas se grababa en mi interior. No sabría explicar que cosas valoraba más, lo único que hacía era recrearme por el milagro genético de sus biologías. El abanico de gentes que fueron mis mitos y referentes, era enorme. No sabría elegir, desde las grandes estrellas del mundo del cine, hasta figuras de los deportes de invierno, de la gimnasia rítmica, pasando por literatos, músicos y otros artístas, que de alguna forma, me impactaron en cada etapa de mi vida. Pero haciendo hincapié en las personas cercanas a mí, me quedaba «lela» observando a algunos miembros talentosos de mi familia y su valentía, arrojo y capacidades creativas y profesionales también. Recuerdo quedarme embobada de mi profesora de griego por su elegancia, cultura y personalidad. Ella poseía una exótica belleza y no parecía creérselo. Terminó contemporizando sus trabajo de profesora de instituto, con el mundo del arte. Pintaba óleos. La flor y la nata del mundo cultural de Tenerife y otras islas, la conocieron bien. Se llamaba Beatriz Tinaut. Ella me marcó profundamente y me intrigaba su manera de enseñar. Se adelantaba a su época. Si no observaba en una alumna un marcado barriobajerismo, entiéndase este término como mezquindad de alma, pues la humildad y la sencillez son virtudes, no defectos. Ella reaccionaba mal con las animaloides carentes de bondad o una manifiesta cruel maldad. Pues si ella te percibía sana y sin malas intenciones, siempre te aprobaba con buena nota, era su manera de estimularte, para que amaras los estudios y evolucionaras en el mundo de la plástica, la literatura y por consiguiente en el camino hacia la espiritualidad. Yo era una niña carencial, pues me estresaba con facilidad y me ocupaba excesivamente en los problemas de mi familia, pero aun siendo atolondrada, respiraba el talento de quien se me acercaba y soy consciente de que algo se me quedó, contagiándome un poco de los puntos de vista elevados y verdaderamente clarividentes de esas relevantes personalidades llenas de genialidad, y siempre siento nostalgia cuando mirando a mi alrededor me percato de como hoy en día escasean, auque todavía no están totalmente en la extinción.

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