Ya se sabe que existen los vientos cósmicos, suceden cuando ¿colapsa una estrella? Cuando, ¿engullen la materia los agujeros negros? Aquí en la tierra pasa igual, actúan los vientos, o como me decían las maestras en parvulitos: «El viento es el aire en movimiento» Me han azotado los vientos de la maldad y los de la ignorancia. Yo de naturaleza pacífica y talante infantil, vivo en la más absoluta paz y felicidad interior, no creía en la maldad, pensaba en el desorden y las nefastas casualidades hasta que: Presencié en vivo y en directo las ventiscas que todo lo desordenan. Si un ser humano invadido por la maldad, decide actuar, no lo hace sólo, busca plebe y rebaño y entonces se genera el viento del púlsar que todo lo destruye. Los malos atraen a los malos, y si miramos un poco más hacia el horizonte, también el viento se lleva las hierbas secas, y cuando actúa en forma de tornado es que lleva la misión de la destrucción masiva. Los temporales conllevan las dos caras. Ellos esparcen las semillas y en medio del desastre, renuevan la proliferación de nuevas plantas. Considero temporales devastadores, aquellos vientos que trasladan conductas que llevan las actitudes de las interposiciones por la fuerza, espíritus que pululan con aires clasistas y de apartheid. En el tornado de la muerte, Dios se vale de lo malo, para llevarse lo bueno. No vemos mas allá de nuestra nariz, pero ahí fuera, actúan explosiones que generan vientos, ¡pero que muy malos!, y no así la quietud, que permite la generación, el avance metódico, la conquista de objetivos, la paz, la vida plena con espacios para contemplar, amar, reír. Pero, ¿Cómo distinguir los buenos vientos de los devastadores?, pues muy sencillo, cuando pasa la tormenta, solo queda muerte y destrucción. ¿Cuándo se acerca el tornado de las malas pasiones? Muy sencillo, «cuando el diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo». Las malas pasiones vienen con el aditivo de los celos, de la envidia, de la codicia, con las faltas de respeto y el quítate tú para ponerme yo, porque, aunque yo no valga para nada, quiero estar donde tú estás, ya que no sirvo para ocupar un lugar legítimo que conlleve buenas acciones. Vivimos unos tiempos ventosos donde el mérito es no tener mérito… Unos tiempos donde los caminos se llenan de piedras con aristas, ortigas piconas y serpientes venenosas..
radiogaroecadenase
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