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SUSTO O MUERTE? O SUSTO DE MUERTE, por María Elena Moreno.

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VIVIR con miedo, que nos resta poder personal, equivale a una mala pesadilla, la cual nos oprimiera tanto el corazón, que despertáramos con el sobresalto primero y con el alivio después de comprobar que estábamos soñando, nada más. Hemos perdido el control de nuestras vidas, debido a la sensación de que no hay nadie al otro lado del teléfono. Las citas previas son el frío contacto de horas de llamadas sin respuesta, la subida de precios te mantiene en bemol sostenido, pues tienes que seguir la pantalla de la cajera, a ver si te va dando el dinero para pagar la triste cesta de la compra, cada vez menos abultada. El susto de los plazos que se cumplen, ya que existen toda clase de dispositivos, inventados, para presionarnos de forma oficial, en nuestro día a día, lo que puede ocasionarnos la muerte después del sobresalto. Por un lado vives deslizándote por el tobogán de la vorágine de estatutos y de normas, mientras que la publicidad te ofrece miles de programas y tratamientos de relajación. Existen además, los momentos diabólicos, definiéndolos, a bote pronto, como la convergencia de situaciones aleatorias, que se han reunido para causarte el susto anterior a la muerte. Cuando más relajada estaba y más feliz, el príncipe de las tinieblas me sirvió en bandeja una fatiga, después de que unas oscuras sinergias me vaciaran el bolsillo, me agredieran física y verbalmente, me bajaran la autoestima, me amenazaran, me miraran con desprecio, me atropellaran y ningunearan, y finalmente superara milagrosamente el susto, que de manera siniestra hacían que me preguntara, si de nuevo, me estaba asaltando un sueño, o estaba viviendo una tan triste y caótica realidad. ¡Auxilio ángeles de la guarda, deshaced el malaje y el entuerto, desde el cual ya no es susto, es acecho de la muerte. Mira el mapa de mi cara de gufo, mira mi pérdida muscular, mi artrosis y mis ojeras, mi piel de limón y mi cara de gilip…como señales de destrucción y lo que es peor, no haber tenido muerte, aunque sí todos los sustos para seguir siendo yunque, saco de entrenamiento de boxeador, y escupitajo que todos pisan. Hoy, no soy lo que se dice un cascabel de alegría, pero debo quejarme un poco, para cuando me beba el batido de frutas e intente de nuevo ser feliz. Perdonen que les relate mis pesadillas reales, oníricas y ficticias, ja, ja, ja,

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