El que no comparte conmigo la paz de los momentos contemplativos, me hace insociable, así como el que proyecta su personalidad de terciopelo y sonríe, me hace sociable.
Me aparta de las relaciones sociales, los que no conciben mi presencia sin buscar un beneficio, un trasbase de su residuo mental que puja inminente por desahogarse. Los que siempre discuten y nunca ceden ante el desacuerdo perpetuo de sus opiniones con las mías. Me hacen insociable.
Me acerco cuando veo afinidad y me es imprescindible esa compañía, para gozar de intelectos alegres, creativos, idealistas y cordiales.
Ahora me pregunto, ¿No es verdad que puedo ser ambas cosas, según quien me quiere encontrar? Y es cierto que nuestros rádares intuyen a distancia la condición y el estado de quien intenta la comunicación conmigo?
¿Quien tiene la culpa de que las aguas de mi estanque contengan olas y tormentas? Posiblemente sea yo, cuando no me alejo con agilidad al detectar la amenaza de los que caminan junto a mí, en el tiempo de mis días.
Quisiera tener la resistencia de un roble y la flexibilidad de un junco, ahora sólo soy jacaranda florida de sentimientos coloridos y vulnerables.
Mañana, cuando mi mente y mi cuerpo se envuelvan en el bálsamo de las buenas energías, iré al encuentro de quienes comparten mi sensibilidad.
Kommentare