Para muchos que se consideran creyentes, la Semana Santa es una semana de vacaciones, viajes y descanso. Pasa como en Navidad, que para muchos, son días de comilonas, de estrenos, bailes y regalos. En Navidad se suele decir el tópico de que debe ser todo el año, dar amor todo el año, ser bueno todo el año y cuidar de la familia todo el año, no sólo en Nochebuena. Pero en Semana Santa pasa un tanto de lo mismo, y a mí se me ocurre que no debemos rememorar la semana de la Pasión y Resurrección solo una vez al año.
Hay gente que observa en los restaurantes, durante la Semana Santa, desde el mostrador del bar, contando los que piden o encargan comida que contiene carne, para venir a recordarte la prohibición eclesiástica de no comerla, o miran con cara de susto al que se pone morado de pollo o bocadillos de jamón y desasiente con muecas estúpidas de desagrado. Sin embargo cargan con un historial de abandono a la familia, irresponsabilidades, y crueldades mil en sus espaldas.
Jesús decía que no fueramos fariseos y antes de decir ¡qué bueno soy!, nos reconciliáramos con nuestro hermano primero. Observo a menudo a quienes van a tomar la eucaristía, después de negar ayuda a los necesitados.
Sin embargo, hay personas que todo el año se arrodillan y toman (en sentido figurado) la cruz de alguién más débil o caído en desgracia, esos no se dan golpes de pecho delante del altar, pero me quito el sombrero, porque sufriendo por los demás, ayudan al mismo Jesús a llevar el Madero. Quitémonos la máscara, ya que el diezmo o limosna de los que nada les falta pero nunca se compadecen, ni actúan; revela personas que no les llegan a la suela del zapato al que se compromete con amor con los hijos de los demás, los desválidos o los familiares y prójimos que han caído en desgracia. Si el hedor de nuestros corazones saliera por nuestras bocas, los lugares donde se practica el culto sin las buenas obras, pero se exhibe la hipocresía, olerían a podrido. Ya lo dijo Jesús: "Muchos son los llamados, pocos los escogidos"...
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