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Rendir vasallaje. Por Mª Elena Moreno



El reflote de la economía de muchos, obliga a nadar en los océanos de las grades mentiras y de la estupidez. Hay productos que se mantienen por sí mismos, y son los relativos a las comidas y bebidas. Cada cual come y bebe lo que puede y lo que más le gusta, aunque se consuman edulcorados y conservados de manera poco saludable. La industria de la moda, por ejemplo, tiene que reinventarse continuamente para no caer. Los diseñadores se encargan de que se tire a la basura un pantalón de pitillo y se resuciten los «acampanados». La cosmética y la perfumería, viven también de la psicología del último berrido publicitario, pareciendo que, si te untas en el cuello con la fragancia, te conviertes en una «Matahari» de guateque, o en activo fervoroso de la seducción. Lo mismo pasa con los libros de texto, las diferentes políticas de la cultura, levantan unas veces, y arruinan otras, a los editores, según se trate de enseñar esto o lo otro. Ahora las editoras eligen figuras de las letras, para que salgan anunciando y animando a los cansinos de historias mal contadas y a los que riman tortilla con Sevilla, para que publiquen rollazos y ripios y así, evitar que se undan las imprentas y todo el negocio que circunda a su alrrededor. Los bancos y las compañías de seguros, te ofrecen la paz emocional cuando firmas documentos para decesos, accidentes o salud, que rara vez se materializan cuando llega el siniestro, dada la infinitud de condiciones de la «letra pequeña» donde patinamos los incautos. Los chiringuitos de gimnasios y otros deportes, te venden una figura de tono muscular, que se desinfla con las primeras gripes del invierno o la mala alimentación cuando te quedas en paro. La filmografía del sexo, ofrece un mundo irreal, que solo consuela a los que viven en punto muerto, carentes de afecto y espiritualidad. El mundo de los realitis, pone en verguenza, cada día, a los que venden sus parafernalias, muchas veces inventadas, moqueando, fingiendo y acusando, sólo por un «puñado de dólares». Suben los productos y accesorios de «mascotas» debido al incremento de ellas, en sustitución de las relaciones entre personas. Son muchos los que, al tener el corazón destrozado por malas experiencias, renuncian a la falsedad y las decepciones, vertiendo todo su amor en los inocentes animalitos de compañía. Sigue en auge el mundo del «soccer» pero a menudo, no trasciende a la verdadera cultura, esa que forma a las personas auténticas y así y así, yo me pregunto si no será mejor volver a los retiros de un convento, pero sin los místicos «compañeros de claustro». Rebobinemos y nazcamos en la edad sin imagen, sin sonido, con el sólo contacto de la realidad si es que alguna vez existió.

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