CRÓNICAS PRETÉRITAS
Por Donacio Cejas Padrón
PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DEL
2024 EN FRONTERA
Por invitación de nuestro párroco, y que yo he aceptado gustosamente, me dispongo a la lectura de este pregón de La Semana Santa en nuestro pueblo, seguramente una osadía mía, y un atrevimiento por las limitaciones impuestas por mi muy elemental formación como comunicador. Gracias estimado párroco, gracias querido alcalde Pablo, por honrarme en la noble tarea de presentar este acto, pero es que tratándose de una oportunidad para contribuir, aunque sea muy modestamente, a que La Semana Santa de Frontera revista la solemnidad que todos deseamos, por estas y otras razones, no me he atrevido a rehusar esta invitación que se me ha hecho, espero no defraudarles del todo.
Dejo naturalmente para él, nuestro párroco, la explicación religiosa y litúrgica de lo que La Semana Santa representa. Por fortuna D. José Manuel sabe predicar como nadie lo que en sí representa el Misterio de La Semana Santa, que es como decir, La Pasión y Muerte de Jesús y su posterior subida a Los Cielos.
Trataré por lo tanto, a mi manera, de hacer una semblanza de lo que ha sido siempre para nuestro pueblo estas fechas tan importantes en el calendario religioso anual, y me remontaré allá por los años cincuenta del pasado siglo, cuando siendo párroco D. Fidel Henrique González, se me grabaron en mi mente de niño las estampas primeras y solemnes de La Semana Santa.
Por razones del nomadismo en nuestro Valle, - las mudadas- las fiestas religiosas tenían mucho que ver para su éxito de asistencia, con las épocas del año en que los habitantes de los pueblos altos de la isla, bajaban a El Golfo a sus menesteres campestres, siendo la primera fiesta importante La de Candelaria del 2 de febrero, y seguidamente La Fiesta de Los Llanillos, que acabamos de celebrar hace unas semanas, y que siempre las recuerdo muy concurridas en razón de las circunstancias ya expuestas.
Después venían los carnavales, muy alegres y concurridos, que terminaban el Miércoles de Ceniza, que es cuando empezaba La Cuaresma, periodo éste en que los casinos permanecían cerrados, es decir no había bailes, al mismo tiempo que buena parte de los vecinos de los pueblos altos regresaban a sus residencias.
Pero no todos lo hacían antes de La Semana Santa, y por lo tanto sus actos religiosos eran bastante concurridos, y se celebraban con gran regocijo recogimiento cristiano, siempre recuerdo tanto las procesiones por La Montaña, como las que se celebraban por El Hoyo, como la Procesión del Encuentro, y me parece que algunas hasta cerca del Lunchón. En aquellos primeros años de la década de los cincuenta del siglo pasado, hubo un acontecimiento parroquial muy importante, se inauguró la nueva residencia del Párroco, que había sido gestionada su petición por el cura D. Antonio, pero que la vino a estrenar D. Fidel Henríquez, por cierto, en mis averiguaciones sobre quien financió aquella entonces importante obra, me dice mi amigo Marcos Barrera, que el contratista fue D. Antonio Alonso, que era la empresa que estaba haciendo la carretera a El Golfo, y que fue muy determinante la aportación vecinal, y una gran ayuda económica del Obispado, justo es reconocer entonces, que desde aquella época El Obispado se preocupaba por los templos de nuestra isla. Aprovecho para recordar que la carretera aquí, a La Plaza, llegó en los primeros meses del año 1,950, el primer camión que subió hasta aquí fue El Cherolet de esa empresa.
Pidió el párroco D. Fidel la imagen del Nazareno, pero creo recordar que llegó ya en tiempos del siguiente párroco D. José Segura, por esas fechas se acometió la gran obra del cambio de pavimento de el piso de la iglesia, cuyo diseño corrió a cargo del Maestro Ardevol, con baldosas a tres colores, blanco gris y negro, las lozas del antiguo pavimento de la iglesia fueron aprovechadas para construir la acera que bordea el templo , además y por particular iniciativa del párroco D- José Segura, se usaron lozas del antiguo pavimento para acomodar una zona de baile en la plaza, más o menos donde hoy está la fuente, y allí se celebraban verbenas en las noches de verano que no había baile en los casinos, y además copiando una costumbre que ya había en Valverde, los domingos al salir de misa había un rato de baile en ese espacio habilitado por iniciativa del párroco, que a su vez aportaba los equipos de música. Los jóvenes le agradecíamos mucho al sacerdote esa atención que tenía para con nosotros. También se hizo el aljibe, siempre con aportación vecinal muy importante, dicho estanque ha quedado ahora bajo el nuevo salón parroquial en construcción. Vino también la imagen del Cristo Yacente y La Virgen de Fátima, que me parece que es la que actualmente está en la capillita de La Plaza de Los Mocanes, hubo que hacer dos nuevos altares para ubicar las nuevas imágenes, los cuales poco tiempo después fueron demolidos, no se la razón, pero creo suponer que su estilo, no entonaba con los otros altares del templo.
Como anécdota añadida diré que al llegar la carretera a La Plaza, y hacerse el muro que la separa de La Plaza donde hoy está la fuente, se plantó la higuera que está frente a la entrada de la plaza de lucha, ese árbol es testigo silencioso de muchos años transcurridos desde aquella época.
La Virgen de Los Dolores, gran protagonista de La Semana Santa, ocupaba el mismo lugar que ahora, y su mayordoma era Dª. Presentación, una señora que compartía vivienda entre Las Lapas y Valverde, después fue siempre Luisa la de Andresillo, Luisa la de Coloma, conocida también como Luisa la de Los Corchos, que a pesar de su avanzada edad, hoy tenemos la suerte de que esté con nosotros en este bonito acto, Luisa siempre tuvo hacia La Dolorosa una devoción muy especial, gracias Luisa, quiera Dios te cuide muchos años más , cosa muy curiosa, creo recordar que algunas señoras, seguramente las pertenecientes a lo que se llamaba entonces Acción Católica, tenían su reclinatorio particular privado, y hasta sus cojines para arrodillarse, pues el antiguo piso era muy rugoso y las damas se estropeaban sus rodillas.
En las naves laterales del templo no había bancos, y los que estaban situados en la nave central eran muy largos, es decir no había pasillo, esos bancos a veces los prestaba el párroco para que fueran usados en las grandes luchadas que se celebraban en las fiestas de San Lorenzo y Candelaria. Posteriormente, esos bancos se seccionaron y se hizo el pasillo central, y unos años después se trajeron los bancos que se colocaron en las naves laterales.
El año 1,956 fue muy lluvioso, de grandes lluvias y aguaceros, por eso fueron suspendidas las procesiones de Semana Santa por las calles del pueblo. La tormenta impidió que el barco operara en el puerto durante un mes, tiempo éste en que la isla estuvo totalmente incomunicada con el exterior.
Nuestro pueblo siempre fue en buena parte de hábitos religiosos y en particular La Semana Santa era muy concurrida, se llenaba el templo siempre que había actividad litúrgica, y los párrocos expresaban su contento por el acompañamiento de sus vecinos, tengo la suerte de haber conocido a todos los que desde el año 1,950 han servido a nuestra parroquia y los nombro a continuación, El Padre Carlos (Dª Carmelita, D. Antonio, D. Fidel, D. José. D. Sebastián D. Juan Miguel, D. Gregorio, D. Asterio, D Juan Félix, D. Domingo, D. Gilberto, D. Ángel Luis, D. Francisco, D. Félix, D. Manuel, D. Ramón. D. Javier, D. Pedro, D. Federico, D. Sergio. Y ahora y quiera Dios que por mucho tiempo más D. José Manuel. Todos se han llevado de nuestro pueblo gratos recuerdos de su estancia entre nosotros, yo recuerdo que antaño, cuando las posibilidades de los vecinos eran muy mermadas y no era fácil invitar al párroco a comer, se aprovechaba las muertes de cochinos, para que el cura estuviera presente en todas las del pueblo. A todos ellos les dedico en este acto un cariñoso y agradecido recuerdo pues forman parte de nuestra historia pueblerina e insular.
El camino de Jinama era la principal arteria de comunicación entre El Golfo y los pueblos altos de la isla, yo recuerdo ver subir enfermos en camilla cargados a hombros, se decía que a ninguna hora del día este camino frente a la Iglesia estaba desierto, siempre había alguien subiendo o bajando y también recuerdo, el respeto que mostraban los caminantes al pasar frente a la Puerta Principal de la Iglesia, hacían una reverencia, se quitaban sus sombreros, seguramente rezaban algo, y seguían su andar.
Para los jóvenes, el fin de La Semana Santa tenía un premio, cual era el Baile de Pascua en los casinos del pueblo, dos entonces, uno en Belgara y otro en Tigaday, que habían permanecido inactivos durante La Cuaresma y Semana Santa, si bien los jóvenes en la iglesia procurábamos situarnos lo más cerca posible para ver de cerca a la niña de nuestros sueños. Las señoritas también esperaban con impaciencia la llegada de Las Pascuas Floridas, fecha en que se acostumbraba estrenar algún vestido que las hiciera más guapas.
Nuestra tierra, entonces pobre y abandonada sufría el constante desangre de la emigración de sus jóvenes, y en esos años de los cincuenta y sesenta se intensificó, y la mayoría de la juventud, como yo mismo, hubo de tomar el siempre doloroso camino de la emigración, lo cual mermó en un alto porcentaje la población, y naturalmente que las fiestas religiosas y populares había que celebrarlas con muy pocos vecinos, recuerdo que en el barco que yo marché a Venezuela, llevaron una réplica de La Virgen de Los Reyes, que al poco tiempo se entronizó en una iglesia de Caracas, y que con tal motivo se celebró una gran fiesta canaria y que después de La Misa hubo procesión por algunas calles de la ciudad con la imagen acompañada de bailarines, seguramente por primera vez, dándose a su vez la circunstancia de que la Misa fue oficiada por el sacerdote D. Fidel Henríquez que años atrás había sido párroco de Frontera.
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Cuando yo entré en la iglesia abarrotada de fieles, y miré a mi alrededor, sentí gran emoción, pues eran herreños de todas las edades que años atrás llenaban nuestros templos. También íntimamente calibré, quizás como nunca antes, las consecuencias que la emigración ocasiona a los pueblos.
De aquellos herreños que allí estaban, unos hemos tenido la suerte del añorado regreso, pero buena parte de ellos se quedaron para siempre por allá.
Aventados al sur de Venezuela, a zona casi selvática mi familia y yo, ya con hijos nacidos allí, asistíamos a la misa dominical y a diferentes celebraciones religiosas como la Semana Santa, en La Parroquia San Buenaventura de El Roble y la de Fátima, nuestra piel más blanca y nuestros rasgos europeos nos diferenciaban de la mayoría de los asistentes, venezolanos de piel tostada, pero confieso con gran satisfacción y gratitud que aquellas gentes extrañas para nosotros, nos trataron con gran amabilidad, y que hicieron cuanto pudieron para que nos sintiéramos entre ellos, como vecinos de toda la vida. Y nosotros, resignados a sufrir la nostalgia a que la emigración conduce, participá
bamos en los actos religiosos de La Semana Santa, si bien naturalmente en lo más hondo de nuestros corazones, aparecía la imagen querida de este templo, aparecían vuestras caras, o la de sus padres y abuelos que al regresar ya no los encontramos pues Dios los había llamado.
Por ello, creo yo, que los que hemos vivido esta situación, seremos los que mejor entendemos a estos feligreses latinos y de otras nacionalidades que ahora y aquí comparten con nosotros los actos de La Semana Santa y de otras de nuestras fiestas religiosas, pero que sin duda en algunos momentos una parte de su corazón está en sus lejanos países de origen.
Contamos en nuestra isla con un sacerdote venezolano, ejerciendo su ministerio en La Parroquia de El Pinar, con gran regocijo para nosotros, el me dice que además de sacerdote, es el mejor ciclista de la isla, a todos ellos y con mucho gusto les debemos brindar siempre nuestros afectos y comprensión.
De Las Semanas Santas de los años cincuenta, en mi niñez, tengo grabados muy especialmente la gran solemnidad del Domingo de Ramos, y ver el templo como ahora lleno de hojas de palma y de flores, también recuerdo naturalmente la dulce y esbelta figura de mi madre, que nos llevaba a mi hermano y a mí de la mano a los actos religiosos, y un secreto que siempre he guardado, me siento en la iglesia por la zona donde ella se sentaba siempre. Disculpen, pero no he podido resistirme a evocar su recuerdo eterno y constante.
El próximo año, nos veremos aquí en la Semana Santa del 2.025, si Dios lo permite, será Año de Bajada, quiera El Altísimo que la podamos disfrutar junto a los nuestros en paz y concordia.
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