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OBRAS DE RESTAURACIÓN

  • radiogaroecadenase
  • 13 feb
  • 6 Min. de lectura

    



                       CRÓNICAS PRETÉRITAS

                        Por Donacio Cejas Padrón


    EL CAMINO DE JINAMA, PRONTO ESTARÁ 

    LISTO PARA SER TRANSITADO, DESPUÉS DE 

    LAS OBRAS RESTAURACIÓN QUE YA SE

    ESTÁN EJECUTANDO EN EL MISMO.


Las autoridades de nuestra isla anuncian, que ya se están ejecutando las obras de restauración del Camino de Jinama,  para solucionar los daños causados por unos desprendimientos  ocurridos hace algún tiempo. Así pronto podrá reanudarse la circulación por el mismo, y a su vez se podrá subir el  día del traslado de La Virgen de Los  Reyes de Frontera a San Andrés  según se acostumbra en  días de  La Bajada de La Virgen.


El Camino de Jinama, fue una obra colosal,  para los tiempos en que se construyó, que yo calculo que sería  entre los años mil setecientos y mil ochocientos, aunque la verdad, es que yo no he podido conseguir la fecha precisa de su construcción, pero si se demuestra que fue una obra de ingeniería muy importante, tanto su trazado, como su realización. Me dice mi hijo Donacio, arquitecto de profesión,  que  está sabiamente  construido en el único sitio por donde podría hacerse, de acuerdo a los elementos bastante rudimentarios con que se contaba entonces, sus calzadas muy bien trazadas y empedradas salvan los desniveles con gran maestría y han permitido durante siglos el tránsito de personas y bestias cargadas, siendo esa vía la más importante de la isla, que teóricamente arranca en Sabinosa y termina en El Puerto de La Estaca.

Sin tener yo, ni el más mínimo conocimiento sobre la materia, si es verdad, que siempre me ha admirado  esa obra tan singular, pues si bien, hay también otras vías de salida de El Golfo para las partes altas de la isla, como El Risco de La Peña, El Camino de Las Naranjas, también llamado Camino de La Cumbre, y  El Risco de Sabinosa, cierto es, que el de Jinama ha sido siempre el más transitado, y seguramente el más cómodo para el traslado de animales  domésticos, en las llamadas Mudadas tan arraigadas en esta isla.

Mi primer contacto con este camino fue en 1,950 cuando  vi a mi madre y otros familiares emprender desde La Plaza de Candelaria, junto a otros vecinos, y oírles  decir que subían a “ver a Franco”. Esa es la primera imagen que tengo grabada en mi mente de  niño,  lo que era subir El Risco,  y también ver pasar por mi casa de El Hoyo, una camilla con un hombre enfermo que lo llevaban  a hombros para Valverde al médico, para lo que se reunían los vecinos, creo que el enfermo era D. Ángel Hernández, un vecino de Los Llanillos, me parece  que ese fue el último traslado de esa manera, o por lo menos no recuerdo yo ningún  otro. Seguramente ya empezaron a haber algunos camiones, que si bien, la carretera no llegaba hasta  los pagos de El Golfo, si se acercaban bastante; primero  llegaban hasta Las Casetas, y más tarde hasta El Parque, esas  estaciones  estuvieron operativas algunos años,  en ellas se embarcaban en  los camiones que venían de Valverde las mercancías que eran subidas desde abajo en bestias, mulas sobre todo. Lo que más se exportaba era vino, queso, duraznos  e higos pasados;  y las mismas bestias, bajaban los  artículos que los comerciantes importaban de las islas  mayores. 

Mientras los correillos operaban en  Punta Grande, los productos principales de exportación, eran trasladados a Punta Grande en  bestias,  e incluso algún carro tirado por bestias, pero al dejar de  venir los barcos a El Golfo y La Restinga en 1,933,  había que subir todo lo exportable en bestias hasta Jinama, donde la carretera llegó en 1,934, me cuentan que había más o menos quince bestias subiendo diariamente el Risco, entre los llamados arrieros se recuerda a D. Luis  Barrera, a D. Esteban Padrón, el joven Alfredo González,   Indalecio el hijo de D. Félix Lima,  y varios más, que también hacían de taxistas,  subiendo en sus bestias  a los viajeros que requerían sus servicios.

Igualmente importante era el trasiego de vecinos de los pueblos altos de la isla, que bajaban a El Golfo, a atender sus propiedades en su mayoría viñas, que requerían a lo largo del año diversas atenciones, desde las cavas y podas  en los primeros meses del año hasta las vendimias en septiembre y octubre.


Tal circunstancia, de que la mayoría de los vecinos tenían propiedades en las dos zonas de la isla, la baja El Golfo y la alta San Andrés, Isora, El Pinar, Guarazoca, Valverde, etc. hacía necesario las mudadas de gran mayoría de las familias, que casi todos tenían viviendas en las dos zonas, y por eso el Risco de Jinama era tan importante, pues era la vía natural, para poder realizar las citadas mudadas, que comprendían  además de los enseres de la casa, también   los animales domésticos, vacas, cabras,  el cochino,  las gallinas etc, a veces esas mudadas se hacían  en varios días, pues no era fácil  el traslado de los becerritos, los cochinos etc. en un solo día, y había que dejar a los animalitos descansar para al otro día reiniciar de nuevo el camino, recuerdo que la cuadra de mi abuelo, era con frecuencia solicitada por  los vecinos sobre todo de Los Llanillos para esos menesteres.


Era por lo tanto el camino de  Jinama, la arteria principal, para la comunicación entre los pueblos de nuestra isla, y la verdad es que yo siento que no se le ha guardado el merecimiento a esa importante vía,  yo siempre he clamado, porque el trozo del recorrido entre La Plaza de Candelaria, al menos, ha debido adecentarse y cuidarse para que quede testimonio de su pasado, seguramente ese trozo de calzada entre La Plaza y El Pino, será sin duda la  mejor trazada en nuestra isla,  las lajas basálticas  limadas por las herraduras de las bestias  que durante siglos la transitaban, merecían  ser resguardadas para el disfrute de las generaciones futuras, pero de forma indolente  e irresponsable fueron sepultadas bajo una capa de asfalto, sin tener en cuenta para nada su valor patrimonial. Yo sueño, y por ello lucho y lucharé porque algún día alguna autoridad que ame de verdad a su tierra promueva una acción reparadora y descubra las preciosas piedras de aquella calzada, y sean acondicionadas sus paredes, tal y como se está haciendo en otros pueblos de la isla.

Da verdadera alegría y regocijo contemplar las obras que se están haciendo a la entrada del  pueblo de El Pinar, que pronto le darán un aspecto nuevo  a su importante vía de entrada, así se construyen y  mejoran  los pueblos de nuestra isla. Por el contrario en El Golfo, siempre a la cola en la mayoría de promociones, se observa una actitud pasiva e indolente de las autoridades. No se ha logrado que entre Las Puntas y Los Mocanes, haya por lo menos una acera para el paseo de los vecinos, lo mismo entre Tigaday y La Plaza, el trozo de carretera entre Las Puntas y La Cooperativa,  en el cual en su día se plantaron unas bonitas palmeras, ahora están a punto de secarse  por falta de riego y cuidado, da dolor contemplar sus ramas caídas por el suelo,  dando un aspecto de orfandad e indolencia.

Los males de nuestro pueblo vienen de viejo, por lo menos desde cuando se permitió que un sacerdote sinvergüenza, destrozara nuestro retablo  principal en la Parroquia, privando a nuestro pueblo de una joya de la ebanistería canaria, digo sin sonrojo, que si yo hubiese estado aquí, no lo hubiese permitido, después, se dejó destruir las bodegas de D. Matías y de D. Francisco, las mejores de la isla, con sus respectivos lagares, recientemente se dejó destruir el bonito Mirador de Jinama construido en 1,965, para en su lugar construir un  adefesio  que es la afrenta del lugar, me pregunto yo, cuales técnicos o miembros de la comisión de patrimonio insular permitieron tal barbaridad, y por qué no se complementaron ambas edificaciones por qué había que destruir una que estaba perfectamente identificada con el paisaje y el lugar,  para sustituirla por algo que es un insulto a la profesión de los arquitectos, dicho esto por expertos profesionales de la materia. El polideportivo duerme el sueño eterno de la incompetencia y dejadez, y así sucesivamente, mientras algunos alumbrados han gastado enormes cantidades de dinero en rescatar vestigios de los guanches, que en muchas ocasiones, tienen más de leyenda y fanatismo estéril  interesado, que rigor científico.

Corren verdadero peligro los vecinos  de Frontera cuando se aventuran a caminar entre Tigaday, subiendo hacia la Parroquia y la Plaza de Candelaria, por falta al menos de un acera. Hay cosas en nuestro pueblo que no se entienden, como por ejemplo  que el trozo de carretera próximo al Pozo de La Frontera, siga sin asfaltarse y esté con piso de tierra como cuando se construyó esa importante obra, seguramente entre las mas importantes de El Golfo hace decenas de años. 

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