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MI AMIGO EL CATEDRÁTICO, ES PALMERO.



Se llama Alberto. Lo conocí investigando los libros publicados en El Hierro, su carisma me sorprendió. Le adjudiqué interiormente con todos los respetos, el apodo «Catedrático» porque su amor por la cultura y los libros de Canarias le hacen honor a su persona. Él siempre fue guapo y su gran estatura, simpatía y porte, le adornan en su personalidad. Posee la extraña habilidad de hacer buenos amigos, y de desempeñar varias profesiones. Es palmero y piensa y habla como tal. Ahora está pasando por momentos desestabilizadores por culpa del gigaantesco volcán de Cumbre Vieja. Siente y sufre como todos los palmeros lo que está ocurriendo en la isla. Creo que ha sido el amigo, al que más poemas he dedicado, pues en momentos tristes cuando perdí a mi pareja, el me estimuló para salir del ostracismo de la depresión. Siempre estamos aprendiendo de nuestros semejantes, y aunque comparto con él, el mismo amor por los libros, quizás me ha faltado el ímpetu y la sensualidad que él posee, esa fascinación por esos maravillosos amigos que protagonizan el más destacado espacio de nuestra casa, el de nuestras estanterías y bibliotecas. Mi amigo tiene el magnetismo del hombre universal, capaz de ser bien recibido en todas partes, tan sólo con su presencia y amabilidad. Deseo que la felicidad y amor que tiene por los libros y la cultura, le dure siempre y que viva muchos años. Él se llama Alberto Pérez Ferraz.

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