Aparca un cazador debajo de mi ventana para irse a tomar café al bar de siempre, me imagino que para ir a cazar con el remolque petado de lustrosos y preciosos podenquitos o galguitos, no sé. Llueve. Ya que los diálogos caninos en toda la manzana me despiertan a las 6 de la mañana, me voy vistiendo para ir a la gasolinera. Allí cae de nuevo un chipi-chipi que no es lluvia ni nada, pero que hace estornudar. Uno de los cazadores domingueros me dice que: -¿cuándo tomamos un café?-, que como hay muchos «lengüines», solo habla con los perros y tiene ganas de un diálogo coherente. Yo le digo que igual, que yo converso con todos menos con las personas que solo van a lo suyo, porque yo como voy a lo mío, me huyo del insatisfecho/a, del colgado/a, del burlón/a, del criticón/a (ahora hay que referirse a los dos sexos como en política), pues como decía me huyo del ambiguo, del borrachuso reiterativo, que te quita las ganas de vivir cuando abre la boca, me huyo del basura mal pensado, del político de sonrisita dentrífica y puñal en el bolsillo, me huyo del envidioso que es el peor, pues hiede su aliento a sepulcro blanqueado, en fin, que sí, que le prometo tomar un café para hablar de los trabajadores verdaderos, de los que suman, de los que aportan, de los auténticos sacrificados para ayudar a su familia, de los que transforman para bien nuestra sociedad, de los humildes de corazón, de los brillantes que hacen la vida más fácil. ¡Que sí hombre, que sí, que podemos hablar de los abuelos, de los afectivos, de los nobles de alma limpia, que sí, que sí….
radiogaroecadenase
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