CRÓNICAS PRETÉRITAS
Por Donacio Cejas Padrón
LOS ENCANTOS DE LA JUBILACIÓN
El duro combate de la vida, la lucha por salir adelante y conseguir una posición social y económica adecuada, comienza en los años de la juventud, es en esa etapa cuando nos encontramos ante los diferentes caminos que el porvenir nos ofrece, y es entonces cuando decidimos elegir el que nos parece más acorde con nuestra persona, con nuestros conocimientos, y con nuestra manera de pensar y sentir, de acuerdo claro está a la formación que hayamos podido conseguir. A veces también las circunstancias nos hacen tomar sendas distintas a nuestros deseos, son cosas de la vida.
En mi caso particular, hube de emigrar un niño aún, a la querida y nunca olvidada ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, mi primer trabajo fué de freganchin de vasos y platos en La Churrería Las Tres Puertas frente al Mercado de El Puerto de La Luz, al poco tiempo logré ascender a churrero, pero mi obsesión era estudiar, y en el año 1,960 se implantó en España el bachillerato nocturno, más bien destinado a las personas que trabajaban, y yo que había hecho primero y segundo en la academia de Frontera, me matriculé de tercero, luego cuarto y reválida, y seguidamente pude ingresar en La Escuela de Magisterio, donde aprobé varios años, todo ello trabajando, y con la ayuda de una beca de 4,000 pesetas que me fué otorgada por El Ministerio.
No obstante esa circunstancia, yo no me sentía a gusto ejerciendo de Maestro, que entonces ganaban unos sueldos muy modestos, y oposité en Madrid a una plaza de funcionario en El Ministerio de Obras Públicas, logrando aprobar y empezar a ejercer como tal en nuestra isla, pero realmente tampoco me sentía del todo complacido, no entendía yo, -joven libertario desde entonces- que yo tuviera que vivir donde los ingenieros de Madrid,- mis jefes- tuvieran a bien decidir, y le planteé a mi superior directo, que no quería seguir, que yo tenía otras aspiraciones muy distintas a la condición de funcionario, y que por lo tanto renunciaría a mi plaza, todavía recuerdo sus consejos amables y ponderados, recordándome lo importante que era tener un puesto oficial de trabajo para toda la vida, y era verdad lo que tanto él como otras personas de mi entorno me aconsejaban, pero yo tenía otro proyecto de vida en America, en Venezuela, que yo esperaba me permitiera desquitarme de la condición de subalterno, para convertirme en actor directo de mi destino, sin tutelaje extraño a mi persona y haciendo caso a mis impulsos todavía juveniles, tomé el camino de la emigración, saliendo de Tenerife el 20 de Agosto de 1,966 y llegando a La Guaira nueve dias después.
El destino me aventó a las inmensas tierras de Guayana, recuerdo que cuando ví por primera vez el Río Orinoco en su inmensidad, y los innumerables pozos de petróleo en El Estado Monagas, recuerdo que entonces pensé, he acertado, esto es lo que yo vengo buscando, aquí tiene que haber un espacio para mi, y muy pronto lo encontré convirtiéndome en vendedor de muebles y electrodomésticos, sin haber tenido antes ninguna relación con esta actividad, y entonces descubrí, y lo descubrieron mis superiores, que yo tenía grandes cualidades para el mundo de la venta y del comercio, yo observaba que los dueños se fijaban en mí, mientras trataba de convencer a los clientes de las ventajas del producto que les estaba ofreciendo, y me ayudaban y apoyaban en mi labor.
En razón de esas circunstancias, y por azares del destino, a los veinticuatro años ya era yo un modesto empresario en la firma Distribuidora Iberia CA, de la mano y compañía de mi querido socio Andrés Lorenzo Hernández, la mejor persona que me he encontrado en mi ya larga vida, nuestra sociedad duró cerca de treinta años, y aunque Dios ya se lo llevó, guardo para él, el mejor y más agradecido recuerdo, por su generosidad, por sus enseñanzas, por su honradez y disciplina en el trabajo. Nunca lo podré olvidar.
Tampoco puedo olvidar aquella Venezuela generosa y acogedora, llena de oportunidades, receptora de inmigrantes de muchas nacionalidades, especialmente de españoles, italianos y portugueses que al igual que yo llegaban a sus costas en busca de un futuro mejor, que casi todos encontramos.
Hoy, desafortunadamente ya la realidad allí es otra, y millones de venezolanos han emigrado huyendo de la pobreza y de la miseria, incluso del hambre. Nadie podía predecir hace apenas unas décadas de años, el futuro que le aguardaba a aquel país, es el resultado de las llamadas Revoluciones, que tanto allí como en Cuba han condenado a sus naturales a vivir en pobreza y desolación, ahora que también en España se están inventando ese término de gobierno progresista- nadie sabe que es eso- tratando de romper los esquemas políticos sociales y económicos que nos han llevado a este estado de bienestar, es hora de que los españoles miremos en el espejo de la historia, no sea que estos caudillos charlatanes nos lleven al abismo.
Años después, y por razones de familia, decidí regresar a nuestra España Inmortal y Milenaria, y por cierto que visité en Madrid a mi antiguo Jefe, el cual me manifestó su alegría por saber que pude encontrar en Venezuela el estilo de vida que tanto anhelaba.
De regreso en nuestra patria, he ejercido también el comercio, que hube de dejar para dedicarme a la representación para Canarias de una empresa peninsular relacionada con la agricultura y la ecología, ocupé la delegación durante veinte años, también con éxito y gran dedicación, recorriendo todas las islas, donde hice muy buenos amigos con los que sigo en contacto, pero por cosas de la vida, el final de la relación de trabajo no fué lo venturoso que yo esperaba y que creía merecer, y un dia también renuncié al cargo, y aunque tuve otras buenas ofertas para representar a otras marcas, no las acepté, y siguiendo los deseos de mi familia, que ya desde tiempo atrás me pedían que dejara de tener actividad comercial, decidí dedicarme al disfrute de la jubilación, a atender a mi finquita de Aguanueva, y compartir con mi familia y mis amigos, el tiempo que ellos se merecen. He escrito un bonito libro llamado Crónicas Pretéritas, en el cual he recopilado una parte de las crónicas que a lo largo de más de veinte años he venido publicando en diferentes medios de comunicación, tal libro ya va por su séptima edición, y estoy teniendo la tentación de escribir el segundo volumen pues tengo escritas suficientes crónicas para llenar otro ejemplar, vamos a ver si al fin me decido.
Pero en estos últimos años alejado del trajín comercial, he aprendido que la última etapa de la vida
tiene también sus grandes encantos, máxime cuando tenemos la suerte de vivir en este hermoso valle, rodeado de montañas, y con el mar frente a nosotros, recorriendo los parajes donde transcurrió nuestra niñez, oyendo el mismo canto de los pájaros y de los mirlos, con las hermosas salidas del sol por Jinama, y con sus puestas por Sabinosa, yo creo que los atardeceres de Frontera son únicos por su colorido y encanto.
Disfrutando de la hermosa silueta del campanario sobre La Montaña de Joapira, símbolo y emblema de nuestro pueblo, que nos vienen acompañando a nosotros y a muchas generaciones de nuestros antepasados desde lejanos tiempos.
Ahora que se acerca La Navidad, con sus días cortos y grises, nada puede ser comparable al regocijo humano que produce pasar una tarde leyendo un libro y a la vez mirando a ese Atlántico que una vez nos transportó a América.
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