Los demonios tocan en la puerta en forma de tierra en suspensión, langosta, coronavirus, desidia, mediocridad y expectación. Los demonios paralizan o en diametral oposición, agitan. Y cuando los diablos tocan el pomo, se rompe la armonía existencial. Mi abuela decía que a veces los diablillos están detrás de la puerta, son los chachos, los niños, y los tiernos jubilados en pantuflas. Ellos abren la puerta y te escupen lo que opinan de tí los diávolos que están dentro. - Querida nieta-me decía. -Fíjate como te tratan los empleados de hogar, pues ellos, y los niños, escuchan lo que se habla de ti en la casa. Son reflejo de los comentarios de "los señores". No ignoramos que se puede descubrir los pensamientos ajenos, son las pistas del lenguaje corporal, gestos, palabras, miradas al bies, falsedad huidiza, manifiesta agresividad. Todo habla de ellos y de nosotros. Igual que en el amor, las palabras no valen, solo se tiene en cuenta la cercanía, el calor, las obras. Así como los hombres se vuelven niños y se garantizan la soledad en la vejez, cuando dejan a sus parejas por otras más nuevas, que ejercen de enfermeras por poco tiempo. Las mujeres mayores en cambio, se hacen infumables, pues más realistas y expertas en sentimientos, cuando llegan los oportunistas gigolós, no se la cuelan. Ellas, ya quemadas de la vida, intimidan a jóvenes y carcamales que salen huyendo ante la mirada escrutadora de esa dama "entradita en años", solo que, estas señoras, están más aptas para la vida, y llevan mejor la soledad, dejando a los diablos que tocan el timbre frustrados en una puerta que les da de bruces en las mismas narices. ¡Hoy es mejor que no abras la puerta!, ¡sé inteligente!
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