En las normas de la buena educación, me queda en la memoria, (después de quitar la paja que olvido) que si te vas de una fiesta, debes «escurrirte» sin hacer mucho ruido; lo contrario de cuando llegas, que debes saludar a todo el que se te pone delante; otra cosa es que si tus anfitriones te quieren, eso es lo que marca la espontaneidad con ellos. Suelo por Navidad, felicitar a los que me duelen, aquellos que no puedo eludir, son unos buenos pocos. También felicito al que me importa mucho, y al que yo también le duelo. Este año no me he dejado a nadie en el tintero.. Más, evito las grandes conversaciones, pues el tiempo cada vez me pasa más deprisa, a la velocidad de un ¡hachissss!. La luz de mi Portalito de Belén, ha estado encendida toda la Navidad. Ahí tengo los buenos deseos para todo el mundo que se merece mi atención. Los que conozco, pues sí, le doy valor a todo el que respira en este mundo, ya que todos tenemos derecho a ocupar un lugar en el espacio. ¡Que pena! que haya personas que tienen la linea divisoria entre su espacio y el de los demás muy poco clara, o es que no se dan cuenta de lo invasivos que son. Amo al prójimo entre comillas, pero de un tiempo a esta parte, reconozco al animal tras la piel, el peinado, el traje y la careta. Entre la gente que se esfuerza por ser encantadora, de repente pienso que estoy en medio de la selva. Un empujón, una crítica, una idea expresada maliciosamente, las preguntas que no terminan y que nos agotan al responder, pero hay un gesto de mono/a que no falla, en seguida se dan a conocer. Es cuando te miran de arriba a abajo de manera lenta, para que tu te des cuenta. Todos podemos hacerlo, lo de mirar de arriba a abajo, pero hay una diferencia entre disimularlo, o como un tremendo «sin clase» que con cara de asco hace el recorrido de rigor, sin darse cuenta de que su interlocutor, que siempre vale más que él/ella, se está enterando de todo. Y sin darle el más mínimo temor ni verguenza a ser delatado, ¡tate! que vas y lo pillas. Me encuentro a menudo con gente así. Lo sé porque voy tan concentrada en lo mío, que me importa un bledo como se acordonan los zapatos, que traje llevan, cuanto les ha costado. Pero ¡que placer se siente! cuando ante un presumido, te das cuenta enseguida, de que lo has detectado. Constatas que es frívolo, bajuno, mierdecilla y ridículo.¡Ponte a leer!, ¡petimetre de medio pelo!. Haz, que de una vez por todas, te aproveche el estudio, que de una vez por todas seas un hombre/mujer de verdad, digno del espacio que ocupas.
radiogaroecadenase
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