
Le quitamos a la cebolla la primera capa de la belleza y la juventud, para descubrir la segunda capa de la madurez cuando empiezan a decrecer los ideales, pero aumenta la experiencia y todo cobra responsabilidad y autenticidad. Le sigue el comienzo de la primera vejez donde se empieza a hacer recuento, se rompe con el pasado, se forman nuevas vidas, vamos que estamos en la menopausia. Entramos en la chochez, patinamos, retrocedemos, volvemos a necesitar el apoyo incondicional del mejor postor. Pero ¡ojo! la persona que logra que todos los síntomas de la decrepitud no se noten, es porque conserva la salud mental e intacta la capacidad de amar. Fue sano, saludable, trabajador, auténtico, útil a la sociedad y coherente en sus afectos. Por el contrario el que cuando se quita las capas de la cebolla es repugnante, es el que ridículamente luce una senectud llena de egos que le alejan de la realidad. No admiran, nunca han sido mecenas de nadie, han abandonado sus esposas o maridos e hijos y nietos, para ser candilones de puertas ajenas, endosándose las parejas decrépitas de otros y los hijos frívolos de otros, para acabar teniendo la careta de la imbecilidad, ¡requiem para ellos!
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