Me reuní con unas amigas de la adolescencia, elegimos una cafetería tranquila, donde se veía y oía a lo lejos, el bullicio del centro de la ciudad.
Macu y Geni estaban maravillosas, se diría que por ellas no pasaban los años. Macu se divorció hace tiempo y Geni es viuda. Me hablaron de sus hijos y pequeños nietos, pero ¡de pronto! cansadas de hablar de lo monines que eran los niños de la familia, comenzamos a recordar cuando aún éramos unas casi niñas, salidas del bachillerato y comenzábamos a iniciar los estudios que nos iban a servir como profesión para el futuro.
-Por cierto Geni, allí en la esquina, había una tienda de moda infantil y más abajo había una discoteca que ahora es un pub. ¿Lo recuerdas?
-Pues sí, recuerdo que en esa discoteca encontró un novio Tere, un químico que se casó con ella, hasta que como muchos, se cansaron el uno del otro y después de veinte años se separaron.
-Y tu Macu, ¿recuerdas algo de esa discoteca?
-Pues sí, como yo me desarrollé tarde, y tenía cara infantil, pues la verdad, no tenía nada de éxito.
Entonces yo empecé a relatarles mi experiencia. - Pues me pasó algo, - les dije, que parece una historia de ciencia ficción. Me sacó a bailar un militar regordete, con apariencia de mozalbete del norte, era alto y ni guapo ni feo; llevaba uniforme de militar pero no de alto rango, más bien de cabo o algo así. Después de dos piezas de baile lento, mis amigas y yo, miramos el reloj y nos entró la prisa por llegar a casa, no fuera que llegáramos tarde y nos pusieran mala cara nuestros padres.
Pues bien en Navidad, 15 años más tarde, después de una cena de trabajo, nos fuimos a una discoteca recién inaugurada en nuestra misma ciudad, y no pude creer lo que estaba viendo, que el mismo hombre vestido igual, me estuviera mirando y me sacara a bailar, a lo que yo sorprendida, le dije que no me apetecía en ese momento. Creo que me reconoció o que a lo mejor no me recordaba, pero pensé que si no era casualidad yo parecía ser su tipo. Cuando el grupo de compañeros después de tomar una copa nos marchamos de allí, me hice muchas preguntas al respecto. ¿Seguía soltero ese hombre? o ¿era infiel a su pareja del norte?. Parecía que se había detenido el tiempo. Entonces le pregunté a mis amigas, si ellas se acordaban de quien las sacó a bailar en aquellas épocas pasadas y ellas me dijeron que no.
Entonces les comenté que se estaba estudiando una molécula que hacía de pegamento para que se fijaran los recuerdos en las neuronas de nuestro sistema nervioso,
la llaman KIBRA y es el eslabón perdido para la memoria a largo plazo. Así es que yo debo tener mucho de esa proteína.
Bueno, no presumas tanto -dijo Geni, -todos nos acordamos de cosas del pasado más lejano, lo que ocurre, es que borramos lo que no nos interesa para nada.
¡María! (así me llamo) -dijo Macu- En medio de tu relato de la molécula, te has devorado dos arepas de pollo, nosotras solo hemos comido una.
-No importa- contesté estoy alimentando a mis moléculas...
Magnífico el relato de Maria Elena Moreno, con su buena pluma y esa chispa de buen humor que tanto nos alegra la vida. Un lujo siempre leerla.