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LA GUERRA Y LA NOCHE DE LOS TIEMPOS, por Mª Elena Moreno

La principal guerra es psicológica, con nosotros mismos, para conocernos, rectificar nuestros malos hábitos, aprender a contra-reloj y superarnos a contracorriente. La guerra establecida entre la paciencia y los ataques mediocres como acosos laborales, puntapiés, estúpida competitividad, diferencia de clases, etc. Además de luchas, batallas, y todo tipo de mortandades y supresión, son factores comunes desde los inicios del hombre en la tierra.

Hoy en día, los amantes del poder, sin duda, se leyeron tratados y libros prohibidos, donde se ensalzan estrategias que contienen toda clase de mentiras y de argucias que llevan a la victoria, después de propiciar enfrentamientos que generan un mar de sangre y destrucción.

La guerra es sucia e imparable, pues cuando no hacen efecto los cañones, la destrucción y diferentes formas de combate, se echa mano de la crueldad y la masacre, para minar las psicologías de los posibles enemigos. Los pueblos, que en definitiva lo componen personas individuales, pierden la fuerza y la vitalidad cuando se desestructuran, -en medio de la guerra- sus familias, su país y su medio de subsistencia.

Pero hay un problema dificil de resolver, y es que todavía no se entiende, que cada persona, es un milagro de la creación y que primero hay que respetar al ser humano y en último lugar poder suprimir el sentido de pertenecer a la patria. Si esto se profundizara debidamente, no se desencadenarían las guerras, pues el suelo de nuestro planeta sería común a todos y asumiríamos la certeza de que nacemos como hermanos diseñados por un mismo Dios.

Siempre se han sacrificado vidas en nombre de la ambición y el protagonismo de "grandes héroes de los ejércitos" que a la postre, eran solamente "enajenados" ante el deseo de poder.

La guerra existió y existirá, siempre que subsistan mentalidades poco higiénicas, contravirtudes y sobre todo falta de cultura al mismo tiempo que un nulo desarrollo espiritual.

La ignorancia, cuna de todo tipo de males, envuelve la manipulación, la utilización y la parasitación de unos individuos hacia otros.

El amor, que resolvería la guerra y todas sus nomenclaturas, se viste diariamente de caretas, egoísmos, y falsedad. El amor cristiano, sigue siendo el grial nunca encontrado, prostituído y la excusa de muchos para amedrentar a otros.

El amor te despoja del pecado de la codicia, de la envidia y de todo tipo de maldad. El amor se alimenta del amor verdadero, del sacrificio y de la felicidad que proporciona vivir para el bien de los demás.

Debería venir de nuevo el Mesías, para ponernos una escoba en la mano, sobre todo a los que podridos de malas ideas, fabrican el horror. La humildad de los trabajos sencillos, sería una buena terapia para los fatuos y los ampulosos. Y luego cuando estén cansados de barrer, darles un frugal alimento y ponerles los mejores libros de urbanidad y respeto por el prójimo en la mesilla de noche.

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