La frivolidad y el desmesurado afán por adaptarse a la modernidad por todos los lados, nos llevan al desconcierto y la desorientación. La búsqueda frenética de lo ecológico, del pre y pro biótico, las vitaminas, los condimentos, las infusiones y el rechazo a la sabiduría de la gastronomía tradicional, consiguen todo lo contrario a llevar una buena alimentación.
La gastronomía tradicional de las abuelas, de la cocina en los monasterios, de toda ama de casa vocacional, se nos está yendo al traste.
Casi más se parece nuestra comida a la de un extraterrestre que se alimentara solo de píldoras. Las cápsulas de plástico comestible que recubre el medicamento "natural" nos amenaza de obstrucción intestinal cuando se ingieren cápsulas de todo tipo, habiendo quien se toma más de cuarenta al día. Para el potasio, hongos curativos, aceites, estimulantes de la tirodes, sales beneficiosas para la tensión arterial, concentrados de minerales, colágenos, polvos anti colesterol, carotenos, etc...Abultan la talega cuando sales en busca de la dieta milagro. Pero en ese hogar no huele a sopa bien hecha, a cocido, a ensaladas naturales, a puré, a arroces variados, a repostería de los desayunos y meriendas.
Normalmente la cocina tradicional, que lleva siglos acumulando las recetas más nutritivas y saludables, imprimidas en memoria del alma del cocinero entregado y vocacional, gastronomía de cada localidad con su variedad de productos de la agricultura de cada comarca, mestizaje de recetas venidas de otros mundos, de otros continentes igualmente legendarias y típicas en la mesa de todas las razas en todos los hogares del mundo.
No estoy en contra de los herbolarios, yo soy clienta asidua y me encantan los zumos naturales y la fruta y verdura sin pesticidas, pero lo que no me agrada es ver como las restricciones y rechazo de los mejores guisos, anulan la capacidad de digerir y absorber los alimentos tratados con la experiencia de nuestras más ancestrales civilizaciones de manera, que ves como se atrofian y se secan los intestinos que solo ingieren fibra y vitaminas modificando el tracto intestinal y causando todo tipo de malas digestiones, inflamaciones y a la postre desnutrición.
De acuerdo que nos enfermanos a pesar de todo, pero es que no basta una buena nutrición, las enfermedades del aparato digestivo tienen mucho más que ver con el estrés, la tristeza y el desánimo, que con los alimentos.
Y volviendo al snobismo de las dietas de influencers y últimas tendencias, me temo que se nos olvidará como se hace bien de comer, viéndonos esclavos del restaurante, pues en los hogares ha entrado la discordia, vagancia y la laxitud a la hora de volcar los buenos alimetos en la holla vivificadora y humeante...
Y lo peor es que cuando sale por las ventanas el olor a la buena cocina, se les saltan los ojos a cualquier transeunte y abren la boca con cara de desequilibrados, pues ya no conocen la sensación del bienestar estomacal. Ahora defecan plásticos de todos los colores, beben alcohol con gaseosa, ingieren todo tipo de chuches y gominolas, yogures con esencias artificiales de todos los sabores, pan resecado como paja, a modo de papel rugoso de ésteril celulosa, todo lleno de conservantes y estabilizantes.
Madres que llevan hijos berreando cuando pasan por delante de un potito de potaje en la farmacia, pues sólo ven abrir diariamente una lata de guisantes y una zanahoria para masticar.
Señores, las hortalizas disuelven sus vitaminas en el aceite que hierve junto al agua en el caldero y cuando todo se cocina o se fríe, se multiplica la capacidad para digerir los alimentos. Las ensaladas bien aliñadas y las frutas de temporada no pueden ser sustitudos por los bocadillos de chacinas y galletas de muesly.
Volvamos a la cordura, respetemos las tradiciones, dosifiquemos la "fast food" o comida rápida, que no es mala, pero que nos aleja de los platos caseros de las buenas manos de los buenos cocineros. Un famoso esritor inglés comía en prestigiosos hoteles y retaurantes a diario, pues no tenía familia y cuando fue preguntado, contestó algo así como que: "Tenía una continua nolstalgia por la comida casera de cuando era niño en su casa, envidiando a todo aquel que tuviera una madre o abuela que hiciera la comida a diario."
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