El Edipo afloja las voluntades. La madre de escasa personalidad y deficiente disciplina, se siente inclinada a educar a los varones como querubines guapitos a los que hay que fomentarles los musculitos de tableta de chocolate. Las hembras de la familia hacen las tareas de la casa y normalmente estudian en la universidad. Luego las hembras de la casa consiguen un empleo y cuando se sienten maduras van a por la maternidad. Mientras tanto los querubines se enamoran entre ellos o también de una chica. Cuando entran a formar una familia y se termina el amor, se les expulsa del círculo afectivo por incompetentes y vagos. Entonces ellos se defienden con puñetazos de violencia de género. Yo admiro a los hombres que demuestran día a día, que tuvieron un buen referente en su padre y no entraron en el Edipo con su madre sobreprotectora. Un padre viril y una madre generosa, crían y educan sin absorber la personalidad del hijo, para que éste no pierda ni un ápice de su incipiente virilidad y sea útil a la familia y a la sociedad. Cuando se educa un hombre verdadero, éste es amado por su pareja y por sus hijos. Probablemente sea también un buen abuelo y nunca se sentirá sólo. La violencia de género se gesta dentro de la familia, dentro del sistema educativo. La violencia de género, desaparece con la buena educación, desde la familia y desde la escuela se ha de enseñar a los chicos a valorar y respetar a las mujeres. Pero, otro día hablaremos de Electra.
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