Evolucionas si cuando te levantas por la mañana tienes ilusiones, sonríes, amas. Si cambias el mal humor que provocan los obstáculos por coraje, y engulles las endorfinas de la alegría y la imaginación.
Involucionas, cuando el muro satánico de la envidia, es infranqueable por la falta de comunicación y aislado/a, incentivas la locura de los que se bloquean por ejercitar la maldad.
Evolucionas si tienes objetivos que al ponerse en práctica, fluyen hacia la creatividad y la paz interior.
Involucionas si, ante la falta de generosidad, te metes tu mismo/a en una jaula, pues te entra el pánico de las tinieblas, al intuir que el mundo ya no gira a tu alrededor, te ves en el espejo del bloqueo, te inundas de malas pasiones y te alejas de la realidad. Se aleja de ti el magnetismo personal y anulas todo el atractivo, pues aunque tu no lo notes, comienza a aflorar en tu faz, tu otra cara, la más vulgar, esa que te cambia las facciones y te revierte hacia unos rasgos que dibujan estupidez cabalgante, porque toda tu inteligencia empieza a ser devorada por tu exagerada noción de la mismidad y ahora ya se va debilitando la poca serenidad que te quedaba y recurres a fantasmagóricos tratamientos de tu exacerbado materialismo, y bajas tu receptividad al nivel del sapo que está saltando en el lodo de la charca.
Evolucionas si nadas en el mar de la sencillez, caminas por las sendas verdes de los caminos iluminados por el sol y respiras el oxígeno puro de la aceptación y la comunicación con Dios.
Involucionas si te niegas, mientras se empaña el cristal de tu ventana, y entrando en el laberinto de la negatividad, esa que impide la salida hacia el espíritu que todo lo contempla, donde ya ni los verdes pastos, a los que se refiere las sagradas palabras, te dejarán el bien reposar.
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