«Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él emana la vida! -Salomón. Parece que algunos aprendemos tarde a guardarlo. Si eres vulnerable puedes leer estas claves, que aprendí como autodidacta del corazón y sus impulsos. Antes de enumerar estas premisas, me centro en otra frase de la cual no encuentro ahora el autor: » ¡Agarra fuertemente un corazón y pégale donde que quieras!» Solamente nos puede hacer sufrir quien tiene nuestro corazón confiscado. Entregamos ese músculo superior en donde se sitúan los dolores del alma y donde la adrenalina que segrega la pasión, lo altera irremisiblemente. Uno de mis amores, desgraciadamente fallecido, parecía tener muy claro este concepto. A veces me decía que sólo podía sufrir por mi causa (cosa que yo evitaba siempre), pues afirmaba, tener el corazón cerrado a todas las demás personas. Esto viniendo de él, alguien maravilloso e importantísimo para mí, pues lo quería infinitamente, era un elogio casi único de conseguir. Algo que agradecí en su día y todavía me impulsa el motor cardiovascular de mi existencia. El cristianismo nos llama a amar al prójimo como a nosotros mismos. De acuerdo, todos lo hemos intentado y el alma se reserva en secreto de admisión, a quiénes y con quién, pues salvo los santos, que no seleccionaban, nosotros estamos sujetos a la tiranía de la limitación. Salomón nos invita a guardar nuestro corazón y he rescatado varias ideas, entre ellas, una del tercer Dalai Lama que apuntó: » Entrégate pero no te inmiscuyas» Así que: 1º Evita amar a los que sólo se aman a sí mismos. Solo te ofrecen amargura. 2º No te relaciones con los que tratan de bajar tu autoestima y aplicar la fría manipulación y que sólo aprecian tu cuenta corriente. 3º Desconfía de los solitarios, no te entregues a quienes todos rechazan, pueden comportarse como residuos insolubles de la vida afectiva. 4º No te despistes con las reglas anteriores.
- radiogaroecadenase
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