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EN RECUERDO A QUIME, por DONACIO CEJAS PADRÓN.



En recuerdo a Quime: Querida Arabia y querido J. Domingo, unas breves palabras en este día tan triste en que despedimos a nuestro Quime, para decirte que vuestro dolor es el dolor de todos tus familiares, amigos y conocidos que aquí presentes nos honramos noblemente honrando su recuerdo. También este templo parroquial hoy está triste, pues despide a un feligrés, que por muchas decenas de años lo recibía semanalmente en la misa de los sábados, y que además disfrutó de la colaboración constante y mantenida de su vecino Quime. Los párrocos que por aquí han pasado, todos recibieron de Quime y Arabia sus muestras de cariño y colaboración sin límites, hoy desde Bañaderos, Dulce María Rosales, sobrina del cura Párroco D. José Segura, me ha encargado que les transmitiera su más sentido pésame, y D. Pedro, desde La Palma, me ha comunicado que ya ha estado en comunicación con J. Domingo. Por fortuna para mi, fuí su amigo desde la lejana niñez, compartí con él, el dolor de haber perdido a nuestras madres siendo muy niños aún, él de once años y yo de doce, a lo mejor por eso nos entendíamos siempre bien, pues esa herida marca para toda la vida. Su madre Guadalupe falleció muy joven en un desgraciado accidente en el año 1,950 en La Hoya Pequeña, que lo recuerdo perfectamente, y Quime y sus hermanos quedaron al cuidado de su padre D. Juan, pero tanto él y sus hermanos, como mi hermano y yo tuvimos en nuestra abuela Catalina, a la que ellos llamaban Tía Catalina, -que es como se acostumbraba a llamar en Los Corchos a las personas mayores,- el consuelo y el infinito cariño que nunca hemos olvidado. Siempre me lo recordaba Quime. Fué Quime un buen vecino, un esforzado trabajador, no tuvo otros amores que su familia y sus viñas de Los Morros y de La Hoya Grande que hoy también lloran su partida, y lo mismo sus durazneros del sitio que tanto cuidaba. Nuestro pueblo ha perdido un buen vecino, así es la vida, pero Quime nos dejó muy buenos recuerdos, y el ejemplo de su quehacer diario, de su trabajo constante, y también del profundo amor a su tierra. Por eso Vds. sentirán la dicha de saber que quienes le conocimos, hoy les acompañamos afligidos, tanto como vosotros en tan doloroso trance, ¡gracias Quime!, que Dios te acompañe en tu último viaje. No te veremos más en la puerta de La Iglesia todos los sábados, pero te tendremos en otro lugar muy sublime, te tendremos aquí en nuestros corazones que es donde se guardan los recuerdos más dulces y hermosos, y ahí estarás para siempre.

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