Siempre pensé, que dentro de mis inseguridades hacia el desenvolvimiento que atañe a lo que me depara el próximo futuro, no estaban los imponderables. Sé que un accidente, por leve que sea, puede destruir las rutinas y los proyectos que, cuidadosamente, preparamos a diario. En ese sentido yo me creía indestructible, pensaba que tomando las riendas con mis propias manos, evadiendo los peligros, pues evitaría todo tipo de problemas en el normal devenir de mis planeados acontecimientos.
Lamentablemente y como dice el refrán: " El hombre propone y Dios dispone", cuando yo era muy joven, carecía de la calma para analizar todo tipo de contratiempos, yo iba a velocidad. Ahora no salgo de mi sorpresa al ver como sucesos aleatorios pueden arruinarnos la vida en un segundo.
Siempre hay un insecto venenoso que te puede picar, un borracho que puede colisionar contigo en cualquier momento, un chismoso delator que de manera cruel te denuncia por un "¡quítame allá esas pajas!". Nadie tiene en cuenta las circunstancias que te hacen sucumbir, como tampoco confían en tu capacidad para recomponer tus propios errores o desastres, y ahí se encuentran los pertinaces ¡ordenando! por donde tienes que caminary los obstáculos que tienes que salvar.
Las viejas y viejos del visillo, no ocupándose de sus propios asuntos y teniendo una venda en los ojos, ante sus propios problemas y miserias, siempre están preparados para emitir un veredicto.
Todo el mundo se cree en disposición, para decirte lo que tienes que comer sin gluten, las medicinas que te convienen, los amigos que tienes que desechar, a quién debes amar, cómo debes llevar tu economía, como si no tuvieramos bastante con poder sortear, soportar y salvar los dispositivos que la sociedad en que vivimos, se ha inventado para que tengas, mires donde mires, y hagas lo que hagas, el cruel sometimiento imposible de contener o eliminar previamente, como normativas, reglamentos, modas, corrientes y prohibiciones de todo tipo, a la vez que estás destinado/a pagar impuestos imposibles, y entrar mansamente a un comportamiento de ganado donde te diriges irremisiblemente no intentando jamas violar lo que se llama "maneras de actuar políticamente correctas".
Es preciso cumplir con todas las medidas de presión a las que nos somete el entorno, y lo que es peor, a las que nos imponemos a nosotros mismos. Debemos echar mano hipotética y metaforicamente a un sinfín de escudos, impermeables, puertas cerradas y muros infranqueables, si queremos obtener un mínimo de intimidad y regusto por la vida que nos ha regalado el creador.
Varios científicos han señalado al hombre como un ser tan "sociable como discordioso", a lo que debemos añadir con "tendencias opuestas que raramente se concilian dentro de su propia personalidad" Es por todo ello que yo intento caminar como pisando huevos, conduzco despacio con los ojos desorbitados a ver que peligros me acechan, reflexiono, rezo y me protejo con todo tipo de antioxidantes para evitar infecciones y aún así, vivo con un miedo hilarante y anacrónico que está grabado en mi ADN, como cuando a un animal se le rechaza por su componente agresivo e inseguro.
De todas maneras, trato de superarme a cada instante, tomandome un café en buena compañía. Hablando con quien me cae bien y evitando a todo tipo de primates y humanoides, siempre dispuestos a amargarme la vida, como son los discutidores eternos, los equivocados persistentes, o los insatisfechos que salen de su piel para meterse dentro de la mía.
Todo muy "humano, demasiado humano" que diría Nietzche.
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