Evento universal religioso de extraordinaria réplica de antiguas coronaciones, donde hoy en día desfilan los éjercitos ingleses de infinitos cuerpos, graduaciones y jerarquías con rostros de todas las razas. Un perfecto despliegue de boato y seguridad. Acontecimiento solemne de espectáculo mundial, donde el glamour se viste con todos los diseños. Fieles a la moda primaveral han acudido las duquesas, reinas y princesas, vestidas de colores pastel con manguitas acampanadas y telas ligeras.
Ellos con las máximas distinciones, bandas y medallas en los más perfectos uniformes, de Jefes de Estado. Séquito, cortejos, trompetas, y lacayos al son de los sonoros desfiles.
Juramentos, obispos, clérigos, arrullados por trompetas, coros con las mejores gargantas y orquestas oficiales. Y la silla ancestral donde todos los monarcas han sido coronados.
Promesa de Carlos III de acoger todos los credos y razas en su reinado. Acto de fe a su religión anglicana y a su cristianismo. Ungido en aceite de los olivos sagrados, cetro y salvas.
Algunas pamelas no encajan, pues es el complemento más dificil de llevar. Deben alejarse del dibujo de lámparas y objetos carnavalescos. Los mejores tocados los ha llevado siempre Kate Middleton y la natural Camila, la reina en el presente coronada. Me ha interesado mucho la estética de otros y otras invitadas destacadas, como los intelectuales y artistas distinguidos/as con los títulos y premios que establece desde siempre la corona. Nos ha gustado ver llegar en limusina a la abadía al elegante Felipe VI.
Gentes que han desplegado tiendas de campaña para ver de lejos, lo que se ve mejor por televisión. Vidas mediocres que no saben elevar su expectación a los mejores logros de sus propias vidas. Carnavalescas improvisaciones de banderas, sombreros, pasminas y hasta arlequines de estampados de todo banderín del Reino unido y otras nacionalidades.
Me emociónó ver el edificio gótico del siglo XIII y su perfecta conservación que se une a la belleza de los antiguos edificios emblemáticos, de una Inglaterra llena de sabor en sus propias tradiciones.
Nunca se habrán visto carruajes, equinos, armiño, cetros y fantasía para dejarnos tan boquiabiertos.
El mundo necesita de estímulos democráticos, pero nada tan bello como el icono de las simbólicas monarquías, representando los símbolos de la unión de los pueblos y naciones. El Glamour debe cultivarse, la belleza obliga a cubrir todos los estamentos de las aristocrácias y realezas. Muchos valoramos el surtido de bombones "Quality Street" y mermeladas de fresa isabelinas, degustados por mí en la infancia. Y lo más importante, en medio de la seguridad desplegada, los permisos para reunirse a los súbditos y turistas, en reuniones festivas por las perfectas calles de Londres.
He gozado, he vibrado con ellos y mi corazón ha latido más deprisa.
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