Recuerdo ir al cine a las cuatro, los domingos, donde me aficioné a las películas de aventuras y piratas. Las islas Griegas ofrecían sus calas y roques, con fondo de un escenario en tecnicolor, que reproducían combates en la tierra y en el mar de ejércitos donde Espartaco, Cleopatra o Hércules, hacían las delicias de los niños que abrían la boca y se ponían morados de papas fritas, refrescos y cotufas. Todo por el amor de mi madre, volcada en hacernos la infancia lo más feliz posible.
Ahora, amo los Roques de Salmor pues llevan mis sueños a los momentos maravillosos de mis días infantiles. Roques hay muchos en el mundo, pero yo quiero mucho más a éstos, porque los veo a diario, y forman parte de mis fantasías de hoy.
El amor que recibimos a diario es lo que proporciona a todo un valor. ¡Cuántas personas se deprimen realmente porque no se alimentan del amor de los demás!. Si supiéramos como cambia toda circunstancia si el amor es verdadero, nos esforzaríamos por dar y recibir este poder, que es como la lluvia que alimenta las flores.
Nada crece con alegría, si esta sensación no la proporciona la cálida llama del afecto. Por eso el mundo está al revés, pues se intenta sustituir la llama del cariño por la acumulación, los placeres y la superficialidad.
La ausencia de amor, crea vagabundos del alma, delincuentes, escarnecedores y zombies que pululan en el limbo o para hacer el mal.
Testiga fiel del amor de las mejores personas que he tenido en este mundo y que me han dado su calor, mi testimonio clama a sugerir este don de la entrega incondicional. ¡Pero cuidado, hasta el mismo Jesús nos aconsejó evitar darle perlas a los cerdos, pues éstos las pisotearán en el lodo sin darles ningún valor, y eso que nadie sabe el amor que yo le profeso a este tipo de bendición de animales, que tanto y bien, han alimentado como tantos otros a la humanidad, pues hasta ellos, los animales, a pesar de lo necesarios que son y lo que los hemos utilizado, a veces sin ninguna piedad, son capaces de amar. Nunca agradeceremos con la suficiente intensidad, a estos benditos seres de los que el hombre se ha valido para subsistir, como el caballo, el asno etc . Y nunca estimaremos en la justa medida, la riqueza de vida que hay en las selvas y bosques, donde se manifiesta a diario el amor de Dios a su creación, el cual ha dedicado para ello, miles de millones de años de amor e inteligencia de trabajo en la más perfecta e increíble evolución.
Nuestro amor llama a todo por su nombre, como hizo EL VERBO, y nuestra atención, definición y contemplación, es lo que realza la creación y lo ilumina todo con nuestro recíproco amor, hacia Él, le demos el nombre que le demos según nuestras razas y culturas.
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