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DESQUICIADOS por María Elena Moreno



Me desquicia la lentitud con la que se desperdigan a los que con disimulo se han apostillado en el entramado de la sociedad para minarla. Igual que nadie te llama por teléfono para darte nada y nadie te toca en la puerta para cosas buenas, observo el histerismo de la publicidad desbordada, que salta con intranquilidad ratonil e interrumpe tus lecturas en internet de manera incontrolada. Me desestabilizan la avaricia del sistema médico con la modorra del verano, sin diagnosticar a nadie, diciéndote que estás bien, porque no te mueres, o que estás mal para quitarte los cachos y archivar el experimento. Me espanta la bolsa del pollo y la merluza congelada llenos de agua, los tetrabriks cada vez más pequeños. Me llena de toxicidad que te bombardeen para que firmes la liberación a esta o al otro, para que salves a los débiles en medio de las desgracias que provocan «ellos». Y en medio de la sociedad desquiciada no cabe otra forma que entrar en la desconexión, adoptar la tranquila sonrisa del que se adentra en el limbo. Observar con amargura primero y con desdén después y volver al lecho donde libro en mano te alejas de la locura y el mundanal ruido. Los únicos que saben a «do’ caminan» son los agentes infecciosos, los alergénicos, las lluvias ácidas, los pesticidas, las radiaciones y los plásticos, ellos sí cumplen con el destino de destruir nuestro sustrato, aplastar nuestra esperanza y demoler nuestro «modus vivendi». Todo ello será el guion de cine más original, sustituyendo la filmación de «El planeta de los simios» por el planeta de los locos y desquiciados que se destruyen a si mismos, quedándose ciegos para dejar tuertos a los demás. Hago mi descompresión con jugos de fruta, oraciones, sueño dormido y despierto, desoxidantes y pequeños placeres como la contemplación y mis conversaciones con EL SAGRADO, y el contacto cálido con mi familia.

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