Aprendí trabajando con unos ordenadores rudimentarios. Esas computadoras almacenaban datos y tu te pasabas horas cribando fechas, vencimientos y archivos. Las oficinas se llenaron de profesionales contratados a los que llamaban programadores. Mi primer contacto con un ordenador personal, me llevó hacia un mundo maravilloso donde las autopistas de la información e internet, me abrían cada día la entrada a enciclopedias de tres dimensiones, comencé a escribir con un sistema que me corregía, me ordenaba y me guardaba mis creaciones literarias, todo a la vez. Empecé a almacenar fotos y dibujos. Tuve un programa que hacía monigotes a mi antojo y otra aplicación me permitía hacer membretes, tarjetas y sobres, todo ello personalizado con mi nombre y logotipo.
Luego se empezó a oír algo como "virus" que asaltaban el sistema contable de las empresas y que también rompían el buen funcionamiento de los ordenadores de países enteros.
Subir una foto a una página web, era algo tedioso por los innumerables pasos que tenías que dar, pero la terminabas colocando. Ya no tenías que mandar a una imprenta un escrito hecho en una máquina de escribir, ahora gracias a un programa de tratamiento de texto, mandabas cualquier documento a través de lo que era un correo electrónico.
Se acabaron las facturas mandadas por correo normal y el gasto de sellos, estampillados y etiquetas, las empresas se fueron concienciando y aceptaban facturas que llegaban por internet, adjuntadas en un correo electrónico.
Tenías que tener cuidado con lo que veían tus hijos si tenías un ordenador en casa, pues empezaron a exigirlos en los colegios y había que introducirlos en este tipo de tecnologías, para que no quedaran atrasados con respecto de los demás. Los niños eran muy receptivos y si sabían utilizar consolas y videojuegos, se adaptaban fácilmente al progreso, de la informática.
El tiempo ha ido transcurriendo y ahora estás trabajando en tu casa y te salen estresantes ventanitas que te ponen el corazón en un puño: ¡Se ha detectado una amenaza! ¡Hemos encontrado un archivo malicioso! ¡Estás desconectado!¡No se ha encontrado la página!, ¡No hay tinta en la impresora!, ¡Tu contrato ha caducado! ¡Te has quedado sin batería! y lo que es peor, cuando menos te lo esperas, te interrumpen el trabajo, que tienes que entregar a contra reloj, porque no sé quién o que maquinaria, está activándote las actualizaciones y vienen de varios frentes ¡todos a una! Ni que decirte que te lo paran todo, hasta cuando a ellos les dé la gana, tú no puedes trabajar, no deseas que sin permiso te marquen la pauta, pues no quieres que te actualicen nada y peor, si las actualizaciones vienen con publicidad subliminal y otras manipulaciones, te dan ganas de estampar el portátil contra la pared. Todavía peor es si se cumple el tiempo de vida de tus aparatos y dejan ¡en un segundo! de funcionar. Yo digo, este es el precio que tengo que pagar por querer ser una humilde ¿usuaria? y a mí ¿Quién me cambia el repuesto de unos nervios destrozados por los puntapiés de las nuevas tecnologías?.
Yo estaba encariñada con las cintas de casettes, pero hubo que arrimarlas por los cedés y ahora los aparcamos por los pentdrives y suma y sigue, ha, ha, tengo ansiedad, todo va demasiado deprisa para mí.
Me tranquilizo tomando una infusión, pero me pongo a pensar, que hay archivos en lugares desérticos a miles de kilómetros de distancia, donde una ciudad almacena nuestra información, en microarchivos que parecen neveras y allí dentro están mis fotos, mis gustos, mi voz, mis problemas, mis enfermedades etc, etc.
Hace unos días me mandaron consejos médicos sobre las mismas enfermedades que yo padezco, e inmediatamente me di cuenta que "alguien o algunos" están al tanto de mis cualidades como también de mis miserias, mis pertenencias y mi economía. Saben donde me ubico por mi móvil y me mandan pines de mis ídolos, pues han observado lo que veo compulsivamente y la verdad ¡ Tengo un mosqueo!
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