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CUANDO TE SORPRENDEN GRATAMENTE, por Mª Elena Moreno

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Todos los que hemos cumplido bastantes años, estamos de acuerdo en que quizás ya nada pueda sorprendernos. Pero lo que más me impacta, es comprobar que hay personas que nos dejan una muy buena impresión, así que si fuera por ellas, tendríamos el convencimiento de que poblar como humanos el globo, ha sido algo bueno y acertado, sobre todo para el Creador. Estoy repasando los momentos en que alguien me ha dejado una huella imborrable. Es cuando depositan su amor en las cosas bien hechas, ya sea trabajando o rellenando el tiempo libre, realizando tareas que por entretenimiento o deber causan beneficios a nuestra sociedad y llegan a finalizar sus acciones con éxito. Esas personas, con mucha inteligencia emocional, son muy amables y aunque reciban un salario por su trabajo, su encanto y finura de alma van más allá del deber cumplido.

He conocido médicos, hombres y mujeres que, prácticamente, me han salvado la vida y a ellos les tengo reservada una parcela de mi corazón y no los olvidaré nunca.

Amigos de toda la vida, me llenan de admiración al contemplar su actitud noble y su cariño hacia mi persona. Como verán, las personas que tienen la cortesía de leerme, les diré que no voy a nombrar aquí a los soplagaitas y botarates que han dejado borrones en mi vida, a los cuales les sigo practicando la mayor indiferencia. No vale la pena teclear ni una sola letra. Mas, me agrada dedicarles algo del tiempo de mis vigilias, a los que me han dejado ojiplática con sus virtudes.

En mi infancia tuve merlines y hadas madrinas, que me hicieron más fácil el tránsito por esta vida. En mi área de privacidad tengo siempre presente a los (para mí) "héroes" que me han querido de manera desinteresada.

Hoy voy a dedicar unas letras a la lavandería Mijúcal en la calle Cruz Alta nº 16 con María Delia Toledo Padrón al frente. una mujer que más allá de su encanto personal, practica la feminidad y la honradez, al ejecutar su trabajo primorosamente y proyectar su mejor faz hacia los clientes. Entregué unos edredones y forros que llevaban tiempo sin lavar y me fueron devueltos inmaculadamente limpios, pero uno de ellos estaba roto y cuando lo saqué del forro de plástico que lo cubría, el mismo día que los retiré de la lavandería y llegué a casa, fuí a mi costurero para remendarlo. Mi mayor asombro, fue cuando comprobé que estaba cosido y remendado a la perfección. No parecía que estuviera con anterioridad en tan mal estado. Dicho edredón hubiera ido a la basura si no fuera por la persona que me lo regaló, alguién muy querido por mí, quedando esa prenda en el lugar que ocupan los enseres que evocan sentimientos imborrables. Gracias, muchas gracias por ir más allá de la justificación de la factura, ha sido todo un detalle y le doy mi agradecimiento, valga la redundancia, con mucho cariño, me ha demostrado su cordialidad y humanidad. Es en estos casos y en otros parecidos, donde se demuestra la clase que tienen las personas. Es todo un ejemplo a seguir.


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