CRÓNICAS PRETÉRITAS
Por Donacio Cejas Padrón
Agradable comida familiar en El Mirador de Garachico
La emigración a Venezuela en mis años de juventud, me aventó a las lejanas tierras del Sur del país, en una ciudad de nueva creación, llamada Puerto Ordaz, creada especialmente para dar desarrollo urbano a las minas de hierro encontradas en El Pao y en Cerro San Isidro, y enclavada junto a los ríos Orinoco y Caroní.
Allí transcurrió toda mi juventud, y allí tuve la suerte de encontrarme con mi socio Andrés Lorenzo Hernández, un tinerfeño emprendedor en diversas ramas de la actividad comercial, que siendo yo muy joven aún me invitó a que le acompañara en una empresa de venta de muebles y electrodomésticos que estaba organizando, y de la que yo sería soci con mitad de sus acciones, que generosamente me cedió desde el primer momento, las cuales habría de irle pagando poco a poco, de acuerdo al desarrollo de la propia empresa, a la que pusimos por nombre Distribuidora Iberia.
La dinámica vida económica de aquella ciudad, nos permitió muy pronto triunfar y ambos sentimos la satisfacción de haber acertado tanto en el ramo comercial elegido, como en la concordia que siempre existió entre ambos. Nuestras vidas caminaron apareadas por casi treinta años, y juntos atravesamos esos años de lucha y trabajo en la empresa, con gran cordialidad y armonía, a la vez que nuestras respectivas familias casi formaron una sola, por el cariño y afecto que nos profesamos.
Llegada la hora de mi decisión de regresar a mi patria, él decidió quedarse en aquella Venezuela generosa y prometedora, pero al extinguirse la sociedad no mermó para nada el cariño entre los dos grupos familiares, que se ha mantenido constante durante muchos años, hasta que una cruel enfermedad lo llevó al seno del Altísimo, y cosas del destino, descansa para siempre en el cementerio de su pueblo de El Tanque, donde con frecuencia visitamos su tumba mi familia y yo.
Estos días tuvimos una agradable comida en El Mirador de Garachico su viuda, mi esposa y yo, que nos sirvió para renovar tan profundos afectos, a la vez que recordamos con gran emoción a la persona de Andrés Lorenzo, esposo suyo y socio mio.
Ella regresa en unos días a Venezuela donde vive con sus hijos y nietos, aunque ahora también en su propia familia han tenido que sufrir el fenómeno de la disgregación, pues la mayoría de sus nietos viven fuera de Venezuela, varios de ellos en Madrid, donde en camino de vuelta están formando sus familias en la España que un día sus abuelos abandonaron en busca de una vida mejor en Venezuela.
Buen viaje a Beneda, esposa de Andrés Lorenzo, con el deseo de que encuentre a Puerto Ordáz y a Venezuela toda, en tranquilidad y sosiego para el bien de los venezolanos y de los emigrantes que como ellos decidieron quedarse a vivir en la patria de sus hijos.
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