En el capítulo de la salud de todo el orbe terráqueo, existe confusión, desconcierto y temor generalizado, pues esa otra mínima parte «negacionista» que ni siquiera sabe cuidarse una leve alergia de primavera, sale a la calle en estampida como diciendo: -Aquí estoy yo con mi espíritu de contradicción, hierbajeando por ahí, sin rumbo ni consciencia y llenos de inflada presunción. Protestan porque no quieren ser manada en sí mismos, sin saber que ya en número son plebe protestona, distorsionadora y molesta. Lo del virus es como la Fe en Dios, la tienes o no la tienes. Te crees el virus o no te lo crees. Hay que ser duro de mollera para no erizarse de pelos al ver los muertos que se suceden cada día. Yo en principio estoy con la mirada al biés, temblona y asustada, no sea que me toque a mí, pero lo que más me sorprende es la degeneración de la sociedad a nivel estratosférico. Unos claman poder comer y beber agua potable desde campos de refugiados, otros se suman a las redes para paliar su abandono y sus carencias, muchos de ellos ponen la esperanza en un templario cruzado y fantasmagórico que les rescate del paro, de lo anodino y de la soledad. O por el contrario otros traman y se convencen de que trabajando en equipo se pueden gestionar estafas de todo tipo. Ofrecen falsos préstamos a destajo, amor barato e interesado, sexo animaloide sin sentimientos, chantajes emocionales y todo, todo, porque falta voluntad de trabajo y espíritu de sacrificio. Ahora más que nunca, el sapiens se ha primatizado. El humano no despega del suelo. En otros tiempos creó nivel de vida, puestos de trabajo y adelanto tecnológico, pero a base de extirpar la moral y la ética, se ha quedado estancado, mirando tras la cataratas de lo pusilánime, de lo viscoso, de lo primitivo. Por supuesto que siguen habiendo buenas personas, que rescatan, que cuidan, que alimentan, que intentan mejorar el entorno, pero parece como si se les apartara en modo «off» y se silenciaran sus voces. Ya están aquí los jinetes del apocalipsis, en forma de catástrofes, desorden, codicia, y pretenciosos deseos de ser como los dioses. Diseñando como niños los planos del tesoro del pirata, jugando con las probetas y el laboratorio de plástico que depositaron el día 5 de Enero por la noche los Reyes Magos de Oriente. Me he fijado que ahora curran más los viejos que los jóvenes, porque le echan a la vida más pasión. Los jóvenes mientras analizan la situación, se les escapa el tren, caen en la desidia, no encuentran los porqués, sucumben y retroceden al no encontrar la cómoda silla del trabajo fácil, viven como paseantines, no les importa existir como robots, sin norte en las pupilas. Sodomizados por un engranaje que nos blinda en la mediocridad para siempre.
radiogaroecadenase
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