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ARISTOCRACIA EN VENA, por María Elena Moreno.



Hay un tipo de persona que desafía ciertas leyes y comportamientos que se detectan como demasiado humanos. El ser humano corriente, está sujeto a vulnerabilidades propias de su mediocridad, pero esta variedad de entidades espirituales, que se encuentran en evolución acelerada, provienen de una sucesión de siglos, donde los cromosomas van mutando en su memoria, portando un índice de progreso armónico entre alma y cuerpo. Las personas a las que me refiero, casualmente han sido sometidas de generación en generación, a un variopinto grupo de disciplinas y estudios, donde la cultura espiritual también ha estado presente en forma de decoro y ética, cualidades que van dirigidas a todo ámbito, sin descartar un amor intenso en todas sus dimensiones, como al que le profesamos a Dios, al prójimo y a todo lo creado. Conllevan distinción y buen gusto, aunque hayan caído en desgracia económica, pues suelen tener recursos mentales e ideológicos para levantarse una y otra vez. Estos seres desafían a médicos, psicólogos e incluso profesores de pacotilla, pues su trayectoria vence a diagnósticos, sentencias, encasillamientos, variadas amenazas y presunciones de desenlaces erróneos. Se les identifica por su mimetización con el entorno, su capacidad de reacción y una fuerza que es de índole divino, pues traspasa todas las barreras. Odiados o amados, nunca son contemplados desde la visualización de un término medio, su personalidad está bordada por el encanto y su fuerza y magnetismo, van más allá de su propia apariencia, cegando a la vista de los demás, sus casi imperceptibles defectos. Líderes natos, se vuelven adictivos y conservan durante mucho tiempo sus relaciones con los más cercanos. Difícilmente identificables, suelen vestir la capa invisible que los hace silenciosos y humildes, sólo que se vuelven iracundos e incisivos, en ocasiones brutales, cuando tratan de desenmascarar las injusticias y las vulgaridades animaloides de ciertos comportamientos que masivamente, invaden nuestra sociedad. Conozco sólo unos pocos/as, pero he tenido mucho placer en conocerlos y haberlos estrechado en el abrazo cálido de mi corazón.

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