Hay quien posee el poder de vivir al filo del borde, está en el límite, porque no hay más al otro lado del abismo. Está al filo, porque sigue ilusionado con su vida y su futuro, pero no cae, porque ha estado ahí todo el tiempo. Lleva el entrenamiento del que no quiere que sobrevenga el vómito, para no morir asfixiado. Se ha paseado por el patio y ha visto más allá del horizonte, se ha internado en el bosque de gente que ignora a gente. Está en el filo y no cae, porque recibe información a diario de manera casual, recoge el poder de la conexión de su alma que genera la energía que da la disciplina. Desde el borde, al límite, se ve caer al parlanchín de las falsas promesas. El boca de charco si no cae hoy, cae mañana. Sólo hay que esperar, pues no conoce el sufrimiento, está dopado/a con la vida fácil, suertuda, y vive el regusto del sin escrúpulos y todavía se asombra que viviendo del/y en el hedonismo, sigamos caminando en el límite sin su ayuda. Vivir al filo del borde, es de no haber recibido jamás un atisbo de empatía por los que la predican. Por los desvergonzados que creen, que los que estamos al filo del borde, vamos a saltar al vacío porque somos segregados y torpes. Sin embargo, estar al límite, es una carrera de obstáculos planteada desde el atletismo, es un entrenamiento de fondo, es el poder de no sentir las espinas, los puntapiés y las marcadas jugadas sucias que se nos vinieron encima, ¡intencionadamente!. Vivir al filo del borde es ser indestructible. Es nacer en una sociedad que conoce el parón evolutivo, efectuado por las grandes bocas monstruosas que maman de la infancia, de los que han nacido con alguna desventaja, de los peones que caen en los sucios juegos de la belicosidad, en suma de los débiles e inocentes.. Estar al filo del borde, sin caer, es vivir una permanente sonrisa por comprenderlo todo, de traducir tras el disimulo, la desvergüenza, la incompetencia, la mediocridad, la ausencia de espiritualidad del que en nada cree, del superficial que juzga por el oropel que lucen unos sectores enfermos en la afectividad, cargados de narcisismo y fatuidad, que no tienen tiempo de echar raíces, porque no encuentran hueco para el amor puro hacia los demás, se les va el tiempo junto al placer de absorber bienestar sin compartirlo, de darse la satisfacción de utilizar, hundir, recriminar, ridiculizar, a los que están en el filo, sin mirar sus antecedentes genéticos bastos, y rastreros. Los que estamos al filo del borde y no caemos, estamos sostenidos por la férrea disciplina del dolor y eso querido amigo, nos hace diferentes.
- radiogaroecadenase
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